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Literatura/Narrativa

Los oficios del placer

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Rafael Peralta RomeroSanto Domingo

Luis R. Santos es un ser muy definido y explícito, ya como persona ya como escritor. El tema de la novela Los oficios del placer resulta directamente proporcional a la personalidad del autor, pues se trata de una obra audaz, impropia de un autor tímido o exageradamente respetuoso, lo cual linda con la mojigatería.

Dicho con el menor número de palabras posible, el argumento de esta novela se expresa así: a una joven prostituta le da con ser novelista y emplea todos sus recursos, sobre todo los naturales, para abrirse paso en ese camino. Consigue asesores, libros que leer, editor y crítica favorable.

La estructura de la obra: narrada en primera persona a modo de memorias por un personaje que habla como el autor, aunque se trata de una mujer de pocos estudios, precisamente la joven prostituta que quiere ser novelista. La obra toca los linderos del ensayo y a veces se aproxima a un manual para escribir novelas. Es una novela de ideas en la que la anécdota funciona como soporte del pensamiento.

Los personajes:

1-Dora Manzueta, quien compara el oficio de meretriz con el de novelista. Hija de un carnicero de quien no tiene buenos recuerdos, por machista y alcohólico. Dejó estudios en tercero de bachillerato, es bien agraciada físicamente y se cree predestinada a ser escritora. Al final de la obra, cambia su nombre por Marcenda Brucinoff, como confirmación de que aquí lo exótico suena mejor.

2-Darío Pablo, poeta joven, obsesionado con la inmortalidad. Escoge a Dora como su musa y ella lo escoge como asesor literario y de verdad funciona como mentor. Ella paga el servicio en naturaleza. Darío le recomienda listas de novelas a leer y Dora cumple a cabalidad sus recomendaciones. Va a la cárcel acusado de asesinato.

3- Pascual, español dueño de una librería. Ve a la muchacha cuando acude a buscar libros en su establecimiento y se interesa por complacerla. Desde entonces le suministra los libros que recomienda Darío y los que él mismo sugiere. Por supuesto que no pone gran empeño en recibir el pago en metálico, pero Dora le paga.

4-Santa. Es la dueña del cabaret la Santa Pervertida, en la Colina de los Lirios, en la ciudad Valle de los Lirios, llamada también ciudad del placer. Es un burdel elegante, con jardines y salones acogedores en cuyo segundo nivel viven las muchachas. Santa es gorda, pero no permite que las chicas excedan de peso. Es una gran artífice del comercio carnal.

5-Don Rando, el alcalde de Valle de los Lirios. Es viejo, rico y corrupto. Se convierte en el principal cliente de Dora. Es rechazado por las iglesias y entidades sociales, pero nadie puede con él. Visita a Dora, le paga bien, pero se limita a dormir. Una afición de don Rando es estrenar las chicas que llegan al burdel y ocurrió con Dora, al menos durmió con ella. Santa, la dueña, lo define como “alma, vida y corazón” de su negocio. Tiene una veta homosexual, que se maneja con absoluta discreción. El Ayuntamiento sesiona cada miércoles en el burdel, por disposición del alcalde.

6-Pedro Graciano. Un sujeto pesado, a quien Dora rechaza aunque tenga que acostarse con él y soportarle impertinencias, pues son las reglas de la casa y del oficio. Este sujeto agrede físicamente a Dora y el poeta Darío jura que vengará la afrenta. El individuo es asesinado.

7-Friné. La arquiputa, le llaman, pues siendo estudiante de arquitectura ejerce como puta. Llama al interés de todos, incluidas las mujeres, por su excepcional belleza. Provoca envidia de las compañeras. El autor la relaciona con la otra Friné, la griega que sirvió de modelo para esculpir la figura de Venus. Dora la ve semidesnuda y considera que Friné es como todas las mujeres en una.

8-Señora K. Ejecutiva de empresa, esposa, madre pero infeliz. Busca a Dora para sesión de sexo. Próximo a su madurez demuestra, y quizá lo acepta, que es lesbiana y se enamora de la joven prostituta que quiere ser novelista. Se convierte en asidua del cabaret.

9-Padre Salomé. Permanente opositor al funcionamiento del cabaret y al alcalde don Rando, que es el primer cliente. El párroco sostiene que el alcalde “promueve la perversión y la degradación humana y nosotros el honor, la santidad y las buenas costumbres”.

Argumento y concepto

Asombra en esta obra de Luis R. Santos el demostrado manejo de la teoría sobre el arte de escribir novelas y el abundante acopio de información sobre la materia, lo cual finamente combinado con una interesante historia de ficción hacen de este libro el producto de una notable ingeniosidad.

Santos es hombre con suficiente experiencia de vida, lo cual aparece bien expresado en sus obras anteriores, y ahora que el autor escala a la madurez narrativa, las vivencias que ha venido acumulando se vierten torrencialmente en su creación literaria, como ocurre en la nueva novela Los oficios del placer.

Hasta el último tercio del siglo veinte, la producción de novelas en la República Dominicana fue notablemente pírrica y lo habitual era la publicación de una obra por cada novelista. Afortunadamente, ese síndrome nefasto fue superado y hoy contamos con cuatro escritores que suman unas sesenta novelas, pues todos han publicado entre 12 y 18 obras de este género. Me refiero a Marcio Veloz Maggiolo, Manuel Salvador Gautier, Diógenes Valdez y Roberto Marcallé.

A este privilegiado grupo le siguen autores como Avelino Stanley, con nueve novelas editadas y Luis R. Santos, con ocho. Traigo a colación este dato para asociarlo a otro factor al que ha venido parejo como es el caso de la evolución en la temática de nuestra novelística, que se ha ocupado preferiblemente de asuntos políticos, luchas sociales y retratos de costumbres.

Expresión de ese proceso es la temática abordada por Santos en su nueva novela. Puedo decir que se trata de un contenido novedoso, si tomamos en cuenta que la figura de la ramera se trató de soslayo, como personaje secundario, pero en esta novela una meretriz es el personaje principal y con un protagonismo tal, que el autor la ha escogido para expresarse a sí mismo, él habla por ella.

Los hechos de esta novela son netamente realistas y los personajes son personas reales incorporadas al desempeño de roles en la trama. Las personas reales, mayormente escritores, aparecen con nombres auténticos y los personajes creados por el autor en unos casos figuran con nombres muy aproximados a las reales identidades de sus arquetipos. Por ejemplo, un crítico literario y profesor universitario es denominado Ordalís Peras.

Quizá no parezca realista, sino absurdo, opuesto a la razón, que una prostituta quiera ser escritora. Este tipo de contradicción corresponde a la extrañeza de la literatura, es parte del juego de la creación literaria. Pero no es extraña, sino realista, la debilidad de muchos hombres por las mujeres que venden caricias y fingen orgasmos, pero cuidando la presunta imagen de hombres íntegros, sobre todo si son figuras públicas como alcaldes, empresarios, ministros, legisladores o sobresalientes intelectuales.

La Santa Pervertida es un escenario donde se registran colosales episodios licenciosos con un telón de fondo que cubre mucho más allá de las paredes de ese prostíbulo de pueblo. Luis R. Santos demuestra ser un escritor osado, capaz de romper el miedo al sobrado pudor de lectores, libreros y maestros, el cual de algún modo influye en los autores y limita su libertad creativa.

Luis sabe que una novela con la temática de Los oficios del placer puede encontrar, por causas del puritanismo y la hipocresía, escollos para su distribución y llegada al público; me temo que universidades y colegios religiosos no la señalarán a sus alumnos como lectura complementaria, aun a sabiendas de que se trata de una obra de gran importancia para estudiantes de la carrera de Letras, así como para personas, jóvenes o maduras, que aspiren a aprender el complejo arte de escribir novelas.

Curso de novelística.

Observemos el proceso de cómo Dora se va a convertir en novelista, al tiempo que ejerce la ocupación en la que se inició desde los dieciséis años. Se encuentra en el burdel con el poeta Darío Pablo, quien se había fijado en ella y la había escogido como su musa. Ella lo escoge como mentor.”Para ser escritor primero tiene que pasarse por la fase de lector”, fue lo primero en enseñarle. Le recomienda estudiar algunas teorías acerca de la novela y al mismo tiempo leer muchas novelas.

“Hazme una lista, poeta, de lo que consideres esencial en esta etapa; a cambio te gratificaré con algo que te gusta mucho”, tras esta propuesta de la postulante, el tutor ofreció la primera lista de libros recomendados, la cual cito a continuación:

Pura pasión, Annie Ernaux; El túnel, de Ernesto Sábato; El lugar sin límites, de José Donoso; Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez; Buenos días, tristeza, de Francoise Sagan; Cuarteles de invierno, de Osvaldo Soriano; Una habitación propia, de Virginia Wolf; El corazón del Tártaro, de Rosa Montero; Donde el corazón te lleve, de Susana Tamaro; La perla, de John Stainbeck; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Como agua para chocolate, de Laura Esquivel; Cenizas del querer, de Emilia Pereyra; Residuos de sombra, de Rafael Peralta Romero; Ruinas, de Rafael García Romero; El extranjero, de Albert Camus; Sostiene Pereira, de Antonio Tabuchi; Seda, de Alessandro Baricco; Réquien por un campesino español, de Ramón J. Sender; Tiempo muerto, de Avelino Stanley, y otros títulos. (Página 88).

De inmediato, Dora llamó al librero Pascual para solicitarle novelas. Acudió solícito y asustado, como quien acaba de cometer un hurto, con una mochila atiborrada de libros. Dora leyó los títulos: Madame Bovary, Por quién doblan las campanas, Santa Evita, El astillero, Lolita, El amante de lady Chatterley, El castillo, Paradisso, Memorias de Adriano, La Partera y otros.

El aseo personal no era asunto preferencial para Pascual, pero había que pagarle los libros. Dora lo relata de este modo: “Entramos al baño, nos desnudamos. Tomé la regadera y lo mojé. Su falo empezó a desperezarse. Tomé una toallita y la empapé de un gel de baño y además le agregué, sin que se diera cuenta, un chorrito de cloro. Y lo restregué en más de tres oportunidades. Y el español disfrutaba mis maniobras con los ojos cerrados, perdido en algún encantador paraje, que yo desconocía. Terminado el baño, le di dos pastillas de goma de mascar de eucalipto, nos metimos en la cama y le pagué con creces las novelas”. (pág. 101).

Dora Manzueta leerá todas estas novelas, su cuarto se llenará de libros y en ella se operará un cambio, emitirá juicios sobre algunas obras, despreciará unas, encumbrará otras, en fin, su léxico y su capacidad de juicio se ensancharán y se parecerán cada vez más a la forma de hablar y de pensar de Luis R. Santos, quien es un escritor hecho y derecho, autor de Los oficios del placer, obra que viene siendo las memorias de Dora.

Observen este fragmentito de la memoria de Dora:

“Una noche en que el poeta, cuentista y hombre culto César Zapata vino a putear a la Santa Pervertida hablamos de literatura porque le dije que era una lectora muy entusiasta. Le dije que mientras las demás muchachas se dedican a chatear y a wasapear en su tiempo libre yo engullía ficción. Y surgió el tema de Vargas Llosa. Para Zapata, Vargas Llosa es un bloff, un gran fraude, un producto de los medios de comunicación. Aun así abordé su lectura con el entusiasmo que me arranca esa placentera labor y al avanzar en mi proceso de formación Vargas Llosa terminó siendo un maestro, admirado” (página 117).

Por momentos, Santos se olvida que su personaje es una joven de escasa ilustración y la dota de un discurso de considerable hondura para valorar obras literarias, a la vez de calificar y descalificar autores. El capítulo “Los grandes de América”, que aparece en la página 115, representa la máxima muestra de esta apreciación. Después de emitir todos los elogios que merece la obra de Gabriel García Márquez, la aprendiz de novelista apunta que maestros de la literatura, apurados por las editoras y la muchedumbre de lectores, publican libros horrendos, “que lanzan baldes de mierda sobre la carrera de ciertos maestros. Un balde de mierda sobre trayectoria de García Márquez es, por ejemplo, Doce cuentos peregrinos, una obra que, si me dieran permiso, haría con ella una fogata para espantar mosquitos”. (pág. 119).

Pero no solo los Doce cuentos peregrinos sufren los rigores del escrutinio de Dora. Ella tiene en habitación un espacio que denomina “el rincón” donde van a parar los libros indigeribles, por más reputación que hayan ganado de la crítica. Es dura y frontal su crítica a Ulises, de James Joyce, obra que intentó leer pero que no consiguió: “Y por más obra maestra que fuera, no pude con Ulises, no logró atraparme ni mucho menos impresionarme, como lo hizo, por ejemplo, Trópico de Cáncer, a la que considero el Ulises que todo aprendiz de escritor debería leer”. (pág. 209). También manda al rincón a Paradisso, de Lezama Lima, y El Siglo de las luces, de Alejo Carpentier.

En esta novela pasan muchas cosas. No se trata solamente de los orgasmos de la meretriz que quiere ser novelista y las aberraciones de algunos de sus clientes. En esta novela se cuenta un crimen, con misterio y suspense, el poeta se suicida en la cárcel, el alcalde tiene un percance que lo hace perder el puesto, una mujer de clase media alta abandona a su familia para ejercer su condición de lesbiana. En fin…

En 1991 el escritor noruego Jostein Gaarder dio a conocer su novela El mundo de Sofía, la cual versa sobre la historia de la filosofía. El libro se convirtió muy pronto en un auténtico superventas, en todo el mundo, y ha sido traducido a 54 idiomas. El autor toma como pretexto una inocente trama novelesca, para presentar una guía fundamental sobre la filosofía griega.

En 2016 el escritor dominicano Luis R. Santos da a conocer su novela Los oficios del placer, que hoy presentamos, la cual encierra en una historia picante y bien repleta de picardía, un tratado que versa sobre la composición de la novela. Este libro, como el de Gaarder, tiene vocación universal y merece ser manoseado y leído en muchos ámbitos, pues en todo lugar donde vivan personas hay alguien que quiere ser novelista.

Los oficios del placer, basada en la memoria de una joven prostituta que encuentra íntima relación entre el goce sexual y la escritura, es una novela ingeniosa, atrevida y original. El propio autor la ha considerado urticante y provocadora, para gente sin prejuicios. Pero, por si faltan calificativos, tomaré prestados los que empleó el escritor mexicano Gonzalo Celorio para referirse a la novela Concierto Barroco, de Alejo Carpentier.

Dijo Celorio: “Es una novela deliciosa, propositiva, liberadora”. Yo creo eso y todo lo que he dicho acerca de Los oficios del placer. Ojalá ustedes, después de leerla, digan lo mismo.

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