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Barba roja

Con esta cinta, Kurosawa pellizca. La historia hasta podría cambiar vidas. Como poeta de la imagen, sabe seleccionar secuencias, detalles, escenarios, objetos y actores, todo siempre en el lugar preciso, a la hora exacta, diciendo siempre los parlamentos puntuales. Porque suyo es el reino del corazón, el que siempre tuvo en el lado izquierdo de su pecho.

En “Barba roja”, su mano maestra también aparece dentro de la sala postproducción donde sabe alargar o reducir escenas según las dimensiones culturales de los protagonistas. Esta no es una película de aventuras, ni de legendarios samurais. Es un drama de denuncia social, que toca el fondo de la apatía gubernamental hacia las instituciones que deben garantizar la salud de la sociedad. Este filme es otro ejemplo de que Kurosawa posee también un gusto exquisito a la hora de escribir guiones, ya sean originales o adaptados. En esta ocasión vuelve a emplear su estudiada táctica de enriquecer la historia principal con subtramas inolvidables, como la historia de amor de Sahachi; la de la loca “mantis religiosa”, incluso la de niña Otoyo; todas ellas podrían haberse eliminado o recortado para reducir el metraje. Pero, si lo hubiera hecho, la historia de Barbarroja y Yasumoto, terminaría siendo una trama telegráfica. Tampoco es la primera vez que Kurosawa se interesa por el mundo de la medicina. Mifune ya interpretó a un médico altruista muy similar a este en “Duelo silencioso” (1949). En “Barba Roja” se resume una buena parte de las virtudes de Kurosawa como director. Viene siendo también su despedida del fotograma en blanco y negro, y de Toshirô Mifune (su alter ego) como protagonista de sus 17 primeros filmes que lo llevaron a la fama mundial. Con esta pieza (signada injustamente por algunos por su metraje excesivo) Kurosawa nos regala una historia sobre el aprendizaje, la responsabilidad profesional y el rol que debe jugar un servidor público en condiciones extremas. Realiza un rico y extenso retrato de personajes que alcanza el mayor esplendor en sus tres horas de metraje. Sus flashbacks son una suerte de condensación, de puesta en escena digna de figurar con material de estudio en las escuelas de medicina (y de cine, por supuesto). Pero lejos de ser un conjunto inconexo de pequeños tesoros, todo forma parte de un bloque que propone un muestreo epocal. La primera parte del filme proyecta el proceso de aprendizaje del protagonista en medio de sucesos y episodios de aparente dispersión. Esto se logra gracias a un guion lleno de magia. En esa primera parte del filme, Kurosawa se vale de separaciones visuales que aíslan al director del hospital del joven principiante. La cinta está llena de metáforas y referencias que enriquecen su lectura. Además, Kurosawa se vale del poder sugeridor por encima del discurso directo. “Barba roja”, con independencia de su perfección técnica, es una de las películas de mayor impacto en su extensa e imprescindible filmografía, junto a “Ikiru”, “Rashomon” y Derzu Ursala.

Ficha técnica Título: Akahige. País: Japón. Duración: 180 minutos. Año: 1965. Director: Akira Kurosawa. Guion: Akira Kurosawa, Hideo Oguni, Ryuzo Kikushima, Masato Ide (sobre la novela de Shugoro Yamamoto.) Reparto: Toshirô Mifune, Yuzo Kayama, Yoshio Tsuchiya, Tatsuyoshi Ehara, Reiko Dan, Kyôko Kagawa. Sinopsis: El joven doctor Yasuoto regresa a la capital nipona, entonces llamada Edo, (siglo XIX). En lugar de ser nombrado médico del Shogun, como le habían prometido, lo envían a una clínica rural que cuenta con muy pocos recursos y una bajísima asignación presupuestaria para hacer su trabajo. El centro es dirigido por un médico a quienllaman Barba roja.

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