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Los malos duermen bien

Seguros, sonrientes, con sus versos mal escritos, los malos, los malos poetas duermen bien... Raúl Rivero

En una de sus recordadas estrofas, el poeta cubano Raúl Rivero parafraseó el título del filme de Akira Kurosawa para iniciar un valioso poema. Rivero no se propuso rastrear el argumento del filme con pretensiones líricas, sino que lo usó para ironizar y, a la vez, tomar partido contra uno de los males de la poesía de su país en aquellos tiempos: los “poetastros”. El filme fue muy aclamado en Cuba por los años 70 del pasado siglo XX. Y su título dio pie a muy difundidas ocurrencias por lo que sugiere su doble sentido. Hace ya casi 50 años que Akira Kurosawa rodó “Los malos duermen bien”, pero su vigencia es asombrosa. Corrupción urbanística había antes, la hay ahora y la habrá siempre. Este es uno de los motivos por los que este será un film inmortal. Los otros temas que aborda, son también eternos: el amor, el poder y la venganza. Para algunos, esta no es de las mejores cintas de Kurosawa, pero muy poco hay que reprocharle. Su gran mérito consiste en poseer un argumento precursor en la historia del cine: la corrupción. Sus primeros veinte minutos recrean la ceremonia nupcial entre la hija del presidente de una importante empresa inmobiliaria y Nishi (Mifune), quien se convierte en el secretario de su padre. En la boda hay varios policías vestidos de civil y muchos periodistas, esperando algún desorden. Al banquete acuden empresarios sospechosos de desfalco y corrupción. El espectador no sabe muy bien qué está pasando pero, poco a poco, todo se irá revelando. Esa primera parte del filme inspiró a Francis Ford Coppola para montar la secuencia de la boda en “El Padrino I” (1972), la cual tuvo ciertas aportaciones tecnológicas y presupuestarias todavía no aplicadas al cine en “la Era” de Kurosawa. El final es brillante, por original e inesperado. En “Los malos duermen bien” el poder muestra su lado oscuro. Su vinculación con el desfalco de los fondos públicos para determinadas “acciones” particulares. Este engranaje mafioso es presentado por Kurosawa detrás de un entramado, donde las relaciones entre los sectores de poder derrochan solemnidad. Desde el punto de vista técnico, si el exceso de metraje provoca que el ritmo cinematográfico no sea todo lo dinámico posible, no quiere esto decir que sea una mancha en el expediente del maestro. Tal vez, el hecho de lograr algunas secuencias de forma cuadriculada, y el exceso de tomas interiores, a veces reiterativas, conspira con la fluidez del argumento. Se nota que el nipón se propuso una ruptura con su discurso cinematográfico anterior. Ruptura provocada por su intención de mostrar, de una manera no convencional, el mundo de sumisión de los japoneses ante poderosos, como parte de una herencia nacionalista inculcada por los emperadores orientales, a partir de imágenes y locaciones abrumantes. Entre otros méritos, la obra contiene una escena inolvidable: cuando cae el vaso de las manos de la joven protagonista. Ese momento alcanza una perfección poco usual por equilibrado manejo de la cámara que eterniza unos instantes, apenas perceptibles, entre gestos, miradas y expresiones.

Ficha técnica País: Japón. Año: 1960. Duración: 150 minutos. Director: AKira Kurosawa., Guion: Akira Kurosawa, Ryuzo Kikushima, Hideo Oguni, Shinobu Hashimoto, Eijiro Hisaita. Reparto: Toshirô Mifune, Takeshi Kato, Masayuki Mori, Takashi Shimura, Ko Nishimura, Kamatari Fujiwara. Sinopsis: La hija del presidente de una importante empresa inmobiliaria se casa con Nishi, el secretario de su padre. Durante la boda, ciertos rumores y comentarios circulan entre los invitados: cinco años antes, cuando un hombre murió, tras caer por la ventana del último piso del edificio de la compañía, mucha gente dudó de la versión oficial, según la cual se había tratado de un suicidio.

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