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LA CUARTA PARED

Una oración por las reacciones humanas ante terribles designios

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Virginia Sánchez NavarroSanto Domingo

Echo una oración al aire. Una oración que se desdoble y llegue a los espacios más perdidos. Una oración que se disfrace de tibia melodía, de esas que huelen a húmedo pasto y a madera. Y esa oración no se encierra en paredes de planeados edificios, ni en delimitadas fronteras ni en filosofías obsoletas... no... es una oración que viene de algo más libre y primitivo... viene del único lugar donde coinciden armoniosamente la verdad y la lógica: viene de un alma humana, una de las tantas que rondan solitarias dentro de físicos, que casi siempre las dejan en el olvido. Y así, viniendo desde los más antiguo y misterioso de nuestra historia, produce notas que buscan adherirse a aquello conocido, a cada alma que pase cerca de su camino.

Y es que esta oración no está hecha para quien cree o no cree conmigo, no se hizo para quien nació entre las mismas montañas ni para quien opine lo mismo. Esta oración se hizo para encontrar la cura de quien ha sido herido, para volver en sí al que olvida el fundamental propósito de nuestro estatus de raza humana, de ser vivo. La razón por la que somos tantos y no uno solo en este viejo y largo camino. Y este propósito es tener con quien echar la batalla, entenderme yo en la sonrisa o la lágrima de quienes van conmigo.

Echo una oración, una melodía al aire para ver si resuena en la especie que reina al mundo conmigo. Y que el dolor no se mida por el espacio geográfico que ocupa quien lo ha sufrido; y que, al enterarnos de algo ocurrido, la respuesta no sea un interrogatorio ni un listado de cómo haberlo prevenido. Que la respuesta sea, algún día, preocupación y auxilio. Que surjan millones y millones de melodías como éstas y se vayan tejiendo por la tierra, desempañando los ojos que aún nada han visto; y que podamos reconocer el alma dentro del otro y no un escaparate de razones por las que estoy en desacuerdo contigo.

Que, ¿a quién le importa la opinión que tengamos sobre cosas que quedarán cuando cada quien ya se haya ido? ¿Quién quedará para decir cuál fue la mejor raza o el mejor partido político? Que un árbol de pera no sabe que el árbol de al lado da higos... sólo sabe que es otro árbol, que igual aguanta huracanes, solo frío.

Que habiendo logrado entender las estrellas, los peces y sus abismos, es inconcebible creer que no entendemos nada de nosotros mismos; que nos pensemos tan solo como piedras luchando una contra la otra por obstruir el camino.

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