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“El eco de las formas” de Cecilia Nicole Delgado o la instancia barroca del lenguaje

La prudencia no es virtud de la juventud, sin embargo, en ella se centra el cambio. Atisbo de lo que se presiente. El ámbito de las ideas de una época es como el salitre que llega a todos en su manera indescifrable por el momento, pues algo se espera por florecer, y ese florecer se esparce, como el polen, esperando la irrupción aquí, allá. Los que tienen menos vigas pueden ver. Estamos en una época en la que todo se ha realizado, lo que nos agencia una oscuridad del espíritu. Pero cuando se derrumba lo establecido, como un barco que se hunde, confundimos la novedad auténtica con el revuelo. Época de turismo literario donde lo superficial se vende como profundo. Es verdad que una golondrina no hace primavera, sin embargo, no hay primavera sin golondrina, preludio de lo que se aproxima. Un poemario puede anunciar una primavera que nadie presiente envueltos en el afán de lo conocido. Cuidado, puede no ser valorado hasta provocar una avalancha de incomprensiones. Hay que empezar, en ello consiste la continuidad, en este caso, de la lengua. Esta continuidad es reflejo colectivo e individual. Un hecho poético trasciende cuando se le da calor. En el camino hay falsas luces que el tiempo se encarga de situar en su justa dimensión.

Tengo ante mí un texto de la joven Nicole Cecilia Delgado, puertorriqueña, nacida en 1980. El mismo se titula “Eco de las Formas”, publicado en el 2012. El poemario está dividido en tres partes: Eco de las Formas, el poema Belleza Monstruo y Hombre Nuevo. Veamos su experiencia textual. El texto Geometría de la lengua, especie de prólogo—poema, nos dice que estos poemas están situados en el deseo descontrolable de las formas. Obviamente somos impulsados, aunque el simple deseo no augura obtener la forma deseada. Una característica de lo existente es la forma. La forma delimita y, a su vez, diferencia, en sí, determina la existencia del objeto o sustancia. En literatura, las formas significan. Cualquier tema sirve para la literatura, pero el cómo determina si es o no es literatura. La belleza se instaura en la forma que nos permite percibirla. Lo informe nada sustenta como deleite y agrado. Aún las formas abstractas reflejan la existencia de la no representación natural. Lo de la geometría tiene su por qué metafórico y, a la vez, descriptivo, porque, como ciencia, se fundamenta en un orden mesurable. Si es de la lengua está en su representación espacial. Por lo pronto, el eco de la forma sugiere la prolongación de la enunciación. La poeta usa el recurso de repetir en el mismo verso la palabra inicial, siendo esta la que da título al poema. Eco como escritura y fonética. El mundo que desea deseándonos en la textualidad:

“sobresalto mi voz entre tus sobresaltos

para beber el semen de tus pechos

hombre mujer del hueco herido

sobresalto

dame una llave

que sane la penumbra mástil de tu espesa luz”

(pág. 15)

¿Qué es un sobresalto? Una sensación de temor repentino. Estremecerse. En otras palabras, emoción en mi voz entre tus emociones para beber lo que en tus pechos es engendración (semen) del hueco herido (angustia) que libere la penumbra (lo confuso) erigida en tu espesa esperanza. El eco nominativo ha de despertar eso que hace de ti una esperanza. Déjame entrar en tu coraza confusa (llave) para allegarme a lo más apreciado en ti, en mí la espesa luz (lenguaje, forma, signo).

En el grito se prolonga en tu grito que, a su voz, perfora el mío como oscuridad rebelde,

Indomable. La transacción, el vínculo del ¿Amor? No. De asirnos en la oscuridad. Ciertamente que la forma expresiva se trastoca para darnos una visión comunicativa diferente. El eco desborda la intención inicial. Nominal porque del nombre se construye el poema. Manera barroca, conceptual, sigilosa, aprehensiva desde un otero inusual.

BELLEZA MONSTRUO

En este poema el destinatario es el personaje del lenguaje mismo, exalta la belleza como construcción, asombro que intenta aprehender al lector. Pero debe involucrarse con la belleza que devasta al enunciarse.

HOMBRE NUEVO

Esto me recuerda, con fines diferentes, el famoso poema de Andrés Bretón: Mi Mujer. Poseen la misma temática enunciativa, pero nos deja ver ese hombre fragmentario que la modernidad ha creado. ¿Crítica? No hay duda. La misma repetición prolonga la fragmentación en tanto que objeto.

“hombre máquina

hombre de vertedero digital

hombre tecnología

invocación magnética

hombre carrocería y tornillo”

(pág. 51)

Se prevé la enajenación del hombre—cosa, absorbido por su propia creación.

Estamos ante una poeta que busca más allá del código como personaje. Manifiesta la desesperación del hombre actual acrisolado por la abundancia, cautivo de la exterioridad seductora marginando su tesoro más importante: La espiritualidad. La experiencia reconforta nuestra inquietud y el sobresalto que nos viene de la espesa luz del insomnio.

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