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Paraíso quemado o la búsqueda del paraíso perdido de Eyra Harbar

Este poemario sustancial lleva consigo la problemática que todavía hoy acusa a la humanidad. Su tema es el peregrinaje. No importa las razones, por el momento, siempre el peregrino lleva un vacío: lo que ha dejado para arribar a un destino que no es como se imaginó. Desde el mismo nacimiento de la humanidad, la migración formó parte de su vida. Obviamente, producto de la necesidad o por las guerras, por ostracismo, por razones políticas o por épocas de peste. Se abordó el peregrinaje por una vida mejor. Huir de las incertidumbres, también por una necesidad metafísica de no encontrarse donde se estaba. Esta razón pesa en el hombre como una montaña en su corazón. Tal vez sea el vestigio del paraíso perdido. La vuelta a ese terreno añorado y presentido.

En toda migración hay que contar con el viaje. Las vicisitudes del viaje tienen su cuota de dolor e incertidumbre y, por qué no, de muerte. Con ella nada podemos hacer, va con nosotros. En cualquier lugar estará como una advertencia con respecto a nuestras ilusiones. Ella es inherente como la vida. Lo interesante es saber cómo se vive o se ha vivido la vida. Esta parte es la más interesante del libro. ¿Qué tipo de vida le toca al que huye tras un paraíso esperanzador, diferente al lugar que se abandona? Más interesante es lo que llevamos dentro. El que ignoramos y, tal vez, nunca lograremos conocer:

“Huir es un verbo sin equipaje.

Huir es el verbo del odio.”

Me pregunto huir de qué. De una situación de pobreza, de un espacio adverso o de nosotros mismos… Quien huye tiene libertad de hacerlo. Es posible que la huida se la causa de una búsqueda superior. El pretexto será siempre exterior. Estas ideas han sido motivadas por este breve poemario, desde ya es fascinante la preocupación.

Todo extranjero es un extraño. Más si llega a otro país pobre. Pero si llega a uno rico, la extrañeza será mayor. “Huir es el verbo del odio.” Este verso nos reserva o nos anticipa al dolor. Común en los viajes ilegales que se producen por el mar Caribe, por ejemplo, de República Dominicana hacia Puerto Rico. El extranjero no es bien recibido, sobre todo, si es ilegal. Muchos arriesgan su vida en ese mar prendado de tiburones en busca de mejor suerte. El hecho de abordar una yola, no significa que vamos con la certeza de lo mejor, quizás de la peor osadía en pos de la muerte, como le sucede a muchos.

Esta poeta panameña da en el clavo con sus poemas breves y quizás por ello más intensos y dramáticos lo que va enunciando. Se rastrea la muerte, las vicisitudes topográficas del desalojo o la prisa por un paraíso soñado.

La preocupación social se evidencia ante una problemática que nos afecta a todos, tanto para quien emigra como para el que se queda que sufre por aquellos que se han ido. Problema tan evidente como el caso de los refugiados que huyen de la guerra en sus respectivos países. Tomemos el caso de los refugiados de Siria, por ejemplo. Caso de mucha preocupación internacional.

“Sala la mar adentro.

Inmigrantes sin rescate.”

Aguas internacionales,

Tierra de nadie.”

Estos breves versos son tan dramáticos que uno no puede imaginarse lo que pasan esos hombres que van en busca de una mejor vida. ¿O peor? Pocos son los que sobreviven, sin embargo, los peores males no se recogen por escrito. Saludo a la poeta Eyra Harbar por este poemario prendado de aprehensiones del hombre de todos los tiempos Después de perdido el paraíso se ha dado en su búsqueda, aunque, hasta hoy, ha encontrado Paraísos Quemados que él ha creado. La voz de una poeta que prefigura una ternura que brilla por su ausencia en el hombre de esta época. La fragilidad humana hace que sea profuso el dolor. No hay dolor sino comprensión hasta el tuétano de la sensibilidad herida por el tiempo turbulento en que vivimos.

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