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VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?

Bestiario dominicano

Un sustantivo es un signo, y un signo, según Saussure, vincula un concepto con una imagen acústica. Dicho de otro modo, las palabras traen consigo una carga semántica que, por más que como escritores queramos obviarle, no podemos.

Recientemente se presentó el nuevo libro del profesor Giovanni Di Pietro. Su título sorprende a la primera lectura: “Bestiario dominicano”. Esto nos remite a la Edad Media, cuando se compendiaban las bestias en libros bajo el referido nombre.

Aunque Giovanni trata de suavizar la palabra: “Aquí el término bestiario no tiene nada que ver con los autores que se incluyen; tiene que ver, más bien, con las obras analizadas”, su significado sigue dejando en el lector una huella psíquica que refiere a las bestias. Es un título que aquí no funciona, claramente usado sin propiedad, sobre todo al tratarse de un libro de artículos donde prevalece la función apelativa, y que parecería que proviene más de una ingenua intención de menospreciar.

Dejando de lado este punto, y yéndonos al contenido, quien ha leído sus “Quince estudios de novelística dominicana”, no tiene más que cambiar algunos títulos, además de agregar y quitar algunos autores. El tono de los comentarios sigue siendo subjetivo, pues los análisis se sustentan en las opiniones del lector y el gusto por la trama.

Abundan los comentarios apreciativos: “no está mal”, “perdí mi tiempo al leer esta novela”...

Entra en juicios moralistas: “que pudieran estar escribiendo algo útil para el hombre y la sociedad”, “estereotipos novelísticos e idioteces puras y simples”, “leer esta novela es, pues, una total pérdida de tiempo”... En algunos casos confiesa que “se le ha ido la mano” en anteriores comentarios. Como esta vez se le pasó la mano con autores cuyas críticas llegan a sustentarse en expresiones ofensivas.

Estas subjetividades no tuvieran nada que ver si no tuviéramos en cuenta de que quien las escribe es un académico, de quien naturalmente se espera argumentos formales y no simples diatribas basadas en el siempre caprichoso gusto personal. Por su formación, cualquiera esperaría una crítica en la que al menos se viera la capacidad teórica, que es la que permite ese “separar” que sugiere la etimología del concepto “crítica”. Si un método claro podemos identificar aquí sería –por no llamarlo “ausencia de método”– el de la “mera expresión del gusto particular”.

Pero no todos los comentarios son perniciosos. Hay narradores cuyas novelas comenta con beneplácito, igualmente amparado en la percepción y el reflejo de sus preferencias lúdicas. Leer las novelas dominicanas desde la perspectiva de Di Pietro, es una experiencia que puede provocarnos júbilo o encono. En suma, se muestra como la simple percepción de un lector que podemos compartir o no. En otras ocasiones he comentado el valor que tiene este tipo de ejercicio y que ojalá otros lectores se motivaran a escribir lo que piensan y sienten acerca de la narrativa larga de nuestro país.

Leer una pila de novelas y sentarse entre un grupo de compadres a despachar opiniones a partir del gusto, siempre será algo bueno para la coctelera literaria. Pero es una pena gastar un libro en unas opiniones que perfectamente pudieron, por su carácter marcadamente subjetivo, haberse divulgado en vivo, por ejemplo en un sillón de barbero.

Di Pietro “critica” desde su exclusiva óptica personal, apoyado en el facilismo, como ya muchos autores e investigadores dominicanos han ido comprobando.

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