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Óscar Wao: La breve y maravillosa vida de un dominicano como no hay otro

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Ramón Matos GalánSanto Domingo

La breve y maravillosa vida de Óscar Wao pudo haber sido un cuento de algunas páginas, pero Junot Díaz tuvo la audacia de planear una serie de sucesos que provocarían el momento culminante de la historia. Se me ha ocurrido imaginar que el autor de esta novela, cautivadora desde el primer párrafo, no tuvo la intención primaria de poner de manifiesto aspectos relevantes de la idiosincrasia de la patria de Duarte en una narración larga. Se desprendió, quizás, de un posible gran relato corto, para aventurarse a su cita con la grandeza. Esto es solo una suposición de cómo pudo haber sido el proceso, pero sí podemos afirmar que buscaba algo inmenso, como dijo a la revista Santo Domingo Times: “solo quería que lo tomaran en serio”… “me pareció que había hecho algo nuevo e interesante tanto para las letras dominicanas como para las estadounidenses”.

Creo que el autor estaba escribiendo un cuento sobre un nerd dominican-york que nunca tendría sexo. Quizás inspirado en algún episodio de su vida o de algún amigo de infancia que atravesaba esa etapa en la que los muchachos solo piensan en “jevitas” y se enamoran de todas las que les pasan por el lado. Entonces descubrió el potencial dramático de Óscar Wao y se dejó llevar y traer por donde el teclado lo llevara. Así transformó un personaje cotidiano, un nerd, en la encarnación de profundos conflictos humanos.

A través de los múltiples obstáculos que este moreno con sobrepeso debió sortear junto a su familia, Junot nos muestra cómo permanece en el tuétano de nuestra mentalidad “el fukú de los fukuses”, sembrado en nuestra isla por el Almirante y llevado a su máximo poder por un “ladrón de ganado fracasado”, refiriéndose a Trujillo (yo lo hubiera llamado por su primer nombre: El malnacido más degenerado de América). “… Fukú Americanus, mejor conocido como fukú, en términos generales, una maldición o condena de algún tipo; en particular, la Maldición y Condena del Nuevo Mundo. También denominado el fukú del Almirante, porque el almirante fue su partero principal […]. Pronunciar su nombre en voz alta u oírlo es invitar a que la calamidad caiga sobre uno o uno de los suyos”. Reza una parte del primer párrafo de la obra.

Esta novela de ciencia ficción puede verse como una breve y maravillosa historia de un personaje heroico negado a fracasar en la tarea de ser lo que Junior llamaría un buen dominicano (tener sexo sería el hito que lo realizaría como hombre), o leerse como la tragedia del idiota más inteligente que se haya conocido, quien logra comprender el mundo y la humanidad a través del simbolismo de los “comics”. Ó, como dice el propio escritor, “Se trata de un nerd dominicano en New Jersey, de su loca familia, de lo nerd que es y de la tiranía del Nuevo Mundo”. Si tuviera que definir su vida, la definiría como un conflicto entre los límites del éxtasis y la depresión más profunda. Nuestro protagonista siempre experimenta la felicidad más grande transformada en fracasos sin sentido; entre ganar y perder amigos, vivir siempre a punto de lograrlo y estrellarse con la bofetada que le recuerda quién es: Un nerd dominican york, un gordinflón amado como amigo e ignorado como amante:

“Fue durante una de esas charlas que Ana dejó caer algo:

–Ay Dios, se me había olvidado lo grande que es el güevo de Manny.

–Tú crees que de verdad necesito oír eso?, le preguntó, incómodo.

–Lo siento, dijo, vacilando. Pensé que podíamos hablar de cualquier cosa”.

Una travesía en la que no tienes más que mantenerte despierto hasta arribar a un final definitivamente inesperado.

De todas maneras, La breve y maravillosa vida de Óscar Wao es cautivante. En mi opinión, novedosa. Particularmente, me parece interesante la manera cómo combina la presentación tradicional de las notas al pie de página (las que con frecuencia ocupan la cabeza, el tronco y las extremidades superiores además del pie de la página, por lo extensas que resultan), con el modo irreverente de expresar el punto de vista del narrador (que puede ser el del autor), sobre acontecimientos, personas, lugares, etc. Sin mostrar interés de ser preciso al arrojar datos históricos (pero sin dejar de serlo), presenta signos de una época y una sociedad que trata de encontrarse consigo misma, al tiempo que teme avanzar al ritmo de la humanidad: “19Dicen que iba rumbo a un culo aquella noche. ¿A quién le sorprende? Un culócrata consumado hasta el final. Quizá en su última noche, El Jefe, arrellanado en el asiento trasero de su Bel Air, pensaba en el…”

Con un humor que lía las fronteras entre lo elegante y lo soez, lo sarcástico y lo transparente, con unas lentillas que nos presentan clara una parte interesante de la realidad que nos define, Junot Díaz develiza el espejo que tapamos por temor a descubrirnos en él y nos muestra la hermosura que desborda de nuestra sabiduría matizada de inocencia.

Curiosamente, desde el principio se sabe el destino de Ó. Esto no es suficiente para destruir el suspenso que se mantiene en todas las páginas. Solo al final se descubren las circunstancias y el verdadero desenlace de las pretensiones de nuestro protagonista. Un personaje vivo, rebosante de dominicanidad. Un ser lleno de traumas y frustraciones, esperanza, miedos y arranques de valentía, noble hasta la saciedad, soñador como nadie, inteligente e idiota a la vez, moldeado por las influencias familiares de La Inca, Hypatía, Junior (quien narra la historia desde adentro con sus súper reales expresiones), todas las mujeres que le trastornaron la existencia y los diez millones de trujillos que, según su hermana Lola, es lo que somos. Aunque no he sufrido ni la quinta parte la abstinencia crónica de Óscar, me sentí representado en cada línea del relato. Apuesto a que muchos, al leerla, experimentarán algo parecido.

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