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VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?

La verdadera historia de la Sirenita Ariel

Una infancia desafortunada, cierta desorientación vocacional y un especial talento para contar historias, dan como resultado un narrador fundacional. Hans Christian Andersen, narrador danés que ha cautivado generaciones con sus textos. Desde la publicación de su poema “El niño moribundo”, sus escritos lo colocaron en el ojo de los lectores de la época. A nosotros, nos llega a través de las adaptaciones cinematográficas infantiles. El soldadito de plomo, aquel enamorado que se funde de amor junto con su amada en una chimenea; la reina de las nieves, una muestra fehaciente de que el amor filial derrite hasta el más helado ostracismo; o el traje nuevo del emperador, el reflejo de que la honestidad infantil no entiende de disimulos sociales.

La sirenita Ariel, es otra de esas narraciones de Andersen que han cautivado nuestro imaginario.

Aunque la versión de Disney ha sido la que prácticamente ha recorrido el mundo, es muy fiel al cuento escrito. Salvo el final, donde la sirenita termina siendo una hija del viento para toda la eternidad, dejando el dolor de los hombres y disfrutando de la dicha de ellos.

El dolor, la traición, el engaño se conectan arbitrariamente con la inocencia, la esperanza y el ferviente deseo ser feliz, andamiaje que hace de esta historia un constante ir y venir por el mundo de las emociones encontradas. Ariel no es más que la encarnación de un sueño, de un mirar más allá de lo que se tiene en frente, una muestra de que los límites son solo muros imaginarios entre nuestros deseos y nosotros, y que parte de lo que nos forma como seres plenos, es la capacidad de sacrificio que podamos desarrollar.

Ariel encarna la entrega absoluta, dejar la familia, las comodidades, parte de su esencia, para perseguir un ideal, una fantasía.

La bisagra entre estos polos es el amor, ese combustible universal que invita a la eternidad. Como aquel verso de Quevedo “Polvo serán, mas polvo enamorado”. Ese amor que trasciende lo terrenal, que sacrifica el cuerpo, pues el alma se eleva por encima de los hombres y del tiempo.

Ir a la historia de Andersen para descubrir a una sirenita distinta, aún más noble y más sacrificada más que un ejercicio lúdico es un deber con nuestro corazón. Un reencuentro con aquel niño interior que vive en nosotros y se alegra, como niño que es, con todo el alimento intelectual y amoroso que le podemos proveer. Leamos las historias que nos lleve de viaje a nuestra infancia.

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