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LETRAS

Historia y realidad en la literatura

La novela tiene la posibilidad de divulgar señales de identidad. Ya lo hicieron los maestros en la novela europea del siglo XIX. Y más reciente, en los Estados Unidos, con John Dos Passos, John Steimbeck y William Faulkner

Figuras inmortales. Los novelistas norteamericanos John Steimberk y William Faulkner.

Figuras inmortales. Los novelistas norteamericanos John Steimberk y William Faulkner.

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Manlio ArguetaSan Salvador, El Salvador

Para cualquier escritor es satisfactorio descubrir las claves de su trabajo, el “mundo literario” (su modo de orientar su imaginación creativa). Todo escritor debe tener ese universo para escribir una obra que le dé continuidad a la realidad objetiva o subjetiva imaginada. Por ejemplo, para mí, poesía fue la infancia, la familia, y el contexto social del país: me dio las bases para mi mundo.

Luego, desde los poemas me proyecté a la narrativa (novela). “La patria de la poesía es la infancia” (digo en “Siglo de O(g)ro”). Con ello me apropiaba del hacer poética para llevarlo a la novela. Influyó algo fundamental que me hizo cambiar de género predominante: el encuentro de una Carta Relación de don Pedro de Alvarado sobre la batalla de Acaxual (Acajutla), dirigida a Hernán Cortés, junio 8 de 1524. Me sorprendió que pese a un denso estudio de historia universal en el octavo grado, jamás escuché de esa carta, tampoco en la universidad donde terminé estudios de doctorado en Jurisprudencia y Ciencias Sociales. ¿Cómo es posible ignorar un tema tan ilustrativo para la identidad nacional? Me propuse darlo a conocer y solo podría hacerlo escribiendo una novela, género que nunca antes pasó por mi mente. Transcribí la carta textualmente en mi primera novela, “El Valle de las Hamacas”. “Si leen mi novela, leerán la carta”, pensé.

Dice Alvarado: (“encontré) los campos llenos de gente de guerra, con sus plumajes y divisas”. Los pipiles iban protegidos por armaduras de algodón hasta de tres dedos de grueso que cubrían su cuerpo incluyendo miembros inferiores. “La matanza fue total”, aclara Alvarado. Exterminio explicable porque los pipiles no conocían el caballo ni armas de fuego. Se enfrentaban a seres de otro mundo.

Con esa carta, de apenas cinco páginas, pude dar a conocer ciertas realidades calladas. Lo logré: la obra ganó un premio centroamericano y tuvo divulgación fuera de nuestras fronteras, en Argentina, Costa Rica, Nicaragua y Cuba.

Es que la novela tiene la posibilidad de divulgar señales de identidad, como salvadoreños o centroamericanos. De esto ya hubo grandes maestros en la novela europea del siglo XIX. Y más contemporáneamente en la narrativa de Estados Unidos, con gran éxito de lectores y cinéfilos. Ejemplos: “Manhattan Transfer”, de Dos Pasos; “Las viñas de la ira”, de John Steimbeck; otros como Scott Fitzgerald, William Faulkner, y un Hemingway que se hace escritor desde el periodismo.

Clásicos realistas

Sobre el tema del realismo se dio una cruda polémica entre escritores norteamericanos. En su libro “Hooking up”, de Tom Wolfe, “observador lúcido, dotado de una inteligencia despierta y ágil, de innegable maestría”, padre del nuevo periodismo en Estados Unidos, es quien polemiza, defendiendo la “supervivencia del arte a través de su fusión con la vida y la realidad”. En ese libro critica a los escritores de las últimas décadas del siglo XX que le achacaron ser más un periodista, y no un “literato”. Mucho realismo, poco imaginación, “es un periodista que aspira a escribir novelas”. Wolfe ataca a sus detractores y afirma: “En lugar de salir al mundo, como yo, en el carnaval de la vida estadounidense actualÖ se replegaron, se escondieron protegiéndose de los ojos de la luz, refugiándose en los pequeños huecos que habitan (el exclusivo “mundo intelectual”)Ö y le vuelven la espalda al rico material de un país en un momento fabuloso de su historia”.

Wolfe se refiere a la cotidianidad de Estados Unidos, su historia. Y yo entiendo por historia lo sucedido ayer, y lo que vendrá mañana. Los anales o memoria nacional no tienen edad.

Lo dicho a favor de los escritores clásicos realistas norteamericanos, citados por Wolfe, podemos referirlo a la novela de España, en especial las publicadas en el siglo XXI, de grandes tirajes, sobrepasan las quinientas páginas, con temas de fundamentos históricos. Cito algunos casos: “La catedral del mar” de Ildefonso Falcones; “La sombra del viento” de Carlos Luis Zafón. También es impresionante la obra “El soldado de porcelana”, de Horacio Vásquez Real, novela biográfica de Gustavo Durán, jefe de una unidad republicana en la Guerra Civil de España, compositor y pianista de conciertos clásicos. Un hecho verdadero que se expresa en novela. La realidad puede superar la imaginación. Cuando Durán se tomaba una ciudad buscaba un piano y ofrecía conciertos a la población. Los enemigos fascistas lo calumniaban diciendo que obligaba a sus soldados a cargar el piano a lo largo de las caminatas de guerra. Décadas después este personaje verdadero, con la democratización española, llegó a ser representante de Naciones Unidas.

(+) OBRAS DEUDORAS

Otras novelas de éxito sobre la Guerra Civil son “El Soldado de Salamina”, del notable escritor Javier Cercas, y Almudena Grandes, que con su novela de 950 páginas, “El corazón helado”, consolida su prestigio ganado con “Las edades de Lulú”.

En las novelas del siglo XXI, reparo principios para el trabajo literario: cada quien debe expresar lo que le ordenan sus sentimientos y el mundo literario del subjetivo que se ha apropiado; también se escriben hechos objetivos, si ignorados, mejor, para promover valores nacionales, pues retan al lector académico con hechos históricos motivadores de investigación.

El problema de escribir ensayo histórico es que se cree limitado a estudiantes de historia, mientras que la novela es aceptada por un público mayor.

En los dos últimos años he descubierto una gran epopeya centroamericana (siglo XIX) inspiradora ya de varias novelas: la desconocida Guerra Nacional Centroamericana, cuando los filibusteros quisieron imponer la esclavitud y la supremacía blanca en Nicaragua: “Hay que exterminar a los mestizos si queremos civilizar a Centroamérica”, escribía el jefe Wiliam Walker, quien se hizo presidente de Nicaragua por la fuerza de las armas, aunque no hablaba español. Gracias a amigos costarricenses conozco la bibliografía de esa realidad que me impulsó a escribir sobre una epopeya dramática más increíble que la imaginación novelística.

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