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Teatro

Edipo en tierra inca y cuerpo dominicano

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Alfredo Herrera FloresCusco, Perú

Las frías noches de Cusco, esta ciudad andina y cosmopolita que aún conserva el señorío y belleza de cuando fue la capital del imperio Inca, con sus calles ciclópeas y soberbios templos coloniales, y que no renuncia a su aire pueblerino que sobrevive a la modernidad, se vieron de pronto, aunque brevemente, sorprendidas por una presencia inusual: el rey Edipo se reencarnaba en el cuerpo de una mujer, bajo el telón del auditorio del Instituto Cultural Peruano Norteamericano.

La primera semana del pasado mayo, como parte de una gira por diferentes ciudades del Perú, la actriz dominicana Emely Grisanty, representó la tragedia de Sófocles, Edipo Rey, en una soberbia actuación adaptada por el escritor peruano Walter Ventosilla.

La puesta en escena, un unipersonal de una hora y cuarto de duración, mantuvo en tensa atención a un público sorprendido por la versatilidad de la actriz.

La pieza No era para menos, Emely Grisanty interpretó impecablemente a diez personajes, en medio de un austero escenario (una silla) y solo apoyada por un cayado y una manta, que por momentos eran un bastón y una capa o un báculo y el cuerpo inerte de Yocasta. La obra se inicia con el relato del propio Edipo, ya anciano y ciego, en el destierro, pero la presencia de Grisanty representando al viejo invidente genera un primer impacto en el público, pues la fuerza del personaje y su historia no son esperadas por el público, que sabía que en las tablas estaba una mujer.

El clásico griego, representado una y mil veces en todas las culturas y épocas, transmite una singular sensación en el trabajo de esta actriz centroamericana, que llegaba con el antecedente de haber ganado, entre otros premios, el ATI 2014 como Mejor Actriz Principal del Teatro Independiente de Nueva York, nada menos y antes de cumplir los 29 años. Su juventud no le resta el vigor que se necesita para encarnar a Edipo, o al ambicioso Creonte o a la dramática Yocasta. Su belleza no le opaca para gesticular como anciano o invidente, ni para generar el pico de tensión en el público cuando Edipo se enceguece de propia mano.

No me parece que haya que mezquinar elogios a las cualidades artísticas de Emely Grisanty ni a la personalidad que transmite a través de esta difícil interpretación.

Sabido es que la obra en sí, desde que el propio Sófocles la escribiera hace ya más de dos mil años, tiene un carácter penetrante y refleja los límites de la condición humana de tal manera que la convierte en un drama contemporáneo; pero el espíritu que le transmite Emely Grisanty no solo la hace moderna sino accesible, compromete al público, establece con él una relación horizontal, poniendo a Edipo a su altura, no solo como un gobernante, sino como un humano que sufre igual.

Fuerza interior Esa misma sensación se concreta con las interpretaciones de Creonte o Yocasta: establece solidaridad con Edipo y Yocasta, pero genera aversión y desprecio por Creonte. Sin embargo, aventuro la opinión de que la mejor interpretación de Grisanty se concentra en el ciego Tiresias y el Edipo del momento culmen del drama, cuando descubre que es el asesino de su padre y esposo de su madre. La actriz dominicana alcanza en estas actuaciones los picos de su expresión, pues se nota claramente que hay una fuerza interior que se transforma en vida, y al público no le queda más remedio que reconocer que a quien tiene al frente es al rey de Tebas y su tragedia.

Es innegable que esta actriz está dando los pasos más importantes, y seguros, de su carrera, que además está en pleno arranque, y habrá más noticias de sus logros y los reconocimientos que se le hagan, nos habremos de acostumbrar a hablar de ella.

GRATA EXPERIENCIA La versión de Edipo Rey que interpreta Grisanty es un correcto guion de Ventosilla, radicado desde hace varios años en Nueva York y donde ha desarrollado una interesante carrera como director teatral, luego de ser reconocido en su país como un narrador importante. Ventosilla forma actores, adapta obras y pone en escena las suyas, pero parece ser que sus logros se traducen también en sus actrices, como un todo en el que obra, director y actriz se manifiestan en una delicada máquina del arte.

De seguro que la experiencia cusqueña de Grysanty y Ventosilla no solo fue renovadora para sus espíritus viajeros, sino una escala importante en sus procesos artísticos y creativos. Acá el frío y el tiempo se mantienen, el hálito triste de Edipo aletea entre sus estrechas y empedradas calles, y la gracia de la dominicana flota aún en el vacío escenario del teatro.

Carisma. El trabajo de la dominicana impactó a la audiencia

Patria. Su orgullo: la bandera tricolor.

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