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VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?

Cazador de gringas

Gigoló, sanky panky, brichero... son palabras a las que recurrimos para dar nombre a una misma realidad: la recatada imagen de la prostitución masculina.

Mario Guevara, un narrador peruano que no teme develar los secretos evidentes de nuestra sociedad “doblemoralista”, nos presenta su “Cazador de gringas”, un libro de cuentos en el que no solo se desmitifica el fenómeno del brichero o prostituto, sino que deja traslucir lo que ocultan las máscaras de corrupción, pobreza y malvivir que padecen la mayoría de los países latinoamericanos. Lo hace amparado en una narrativa ágil, encadenando un hecho con la finalización de un acontecimiento previo, como una espiral que ensarta la realidad hasta el fin de las historias. En ellas, la denuncia es retrato satírico de una sociedad injusta. La realidad nacional es un cruel chiste mal contado con final predecible.

Los personajes son fieles reflectores del contexto arbitrario y doloroso en el que les toca desenvolverse. Su conducta solo atiende al principio básico de la supervivencia; los valores fundamentales solo existen en la medida que confirman esos instintos de superar las adversidades del medio. A pesar del aparente canibalismo, dentro del submundo realista que recrea Mario Guevara hay un modo de actuar sociológico y políticamente correcto. Basta leer el segundo cuento del libro, “Guía para turistas”, para obtener los mandamientos esenciales que debe seguir un extranjero. Es, más que un decálogo de comportamiento, un nuevo sistema de etiqueta y protocolo para salir airoso y con vida de la travesía turística latinoamericana.

> Son cuentos de extensión breve. En dos casos puede decirse que se trata de microrrelatos. Escuetos en el estilo y certeros en lo que Juan Bosch llamaba, cómputo de los hechos. Todo lo que se dice y describe conviene a la realidad contada.

Quien lleva las historias es un narrador limitado, una especie de fusión entre la tradicional tercera persona limitada y a segunda persona que le diera a la novela Aura de Carlos Fuentes ese matiz de misterio y precisión. El lector solo tiene la versión de la historia que le cuenta un personaje. Una que no puede confirmar ni descartar con ninguna otra entidad, porque dentro del cuento solo existe aquello que es visto y escuchado por ese personaje. No es de extrañar entonces que en estos cuentos no abunden los actores, dado que si llegaran a propagarse en demasía las narraciones lucirían súper pobladas.

Un recurso al que el autor recurre de vez en cuando, es el de darle a las descripciones un toque de gracia que se aleja del realismo urbano que predomina en casi todos los cuentos, una vena que filtra chorritos de magia. Por esto, la lectura de “Cazador de gringas” no solo deja al lector al tanto de realidades nefastas, sino que también lo pasea por un mundo narrativo donde importa el decir.

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