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“Palabras sepultadas” de Claudio Bermúdez

Cuando la poesía despierta la noche con espasmos de colores, estruendosas melodías de acantilados quebrados surcan las veredas y ahí, entre cánticos de luz se acomoda el viento para despertar las auroras.

Ante el discurso del poema, renacen esperanzas, surgen los atardeceres pletóricos de incienso, se agrupan los tropos, se enamora la cadencia con el ritmo y se esculpe la armonía.

Los poetas caminan agolpados por el tiempo y en cada cincelada se vislumbran horizontes de fervores que se encienden en el asombro o en las camas anhelantes donde el amor habita. Es la palabra la protagonista de espacios y dueña del entorno. Nadie duda de su poder y hasta las espadas se doblegan reverentes a su paso.

Ahí, donde la poesía y los poetas hacen del canto su matrimonio existencial, crecen los efluvios y nacen las expresiones bellas.

Hay tantas formas de hacer poesía como temas pululan el entorno y la que más páginas ha encontrado para cantarle es el amor. El compositor español Manuel Alejandro expresa en voz del Divo de Linares Rafael Martos Sánchez que “Estar enamorado es, descubrir lo bella que es la vida”, el insigne poeta argentino Jorge Luis Borges aseguraba que “Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única” y el Premio Nobel chileno Pablo Neruda confiesa que “Es tan corto el amor y tan largo el olvido.”

Son tantos los poetas que han comprometido su pluma con este sentimiento que enumerarlos sería agotar espacios interminables en una antología especializada; pero podemos citar a María Teresa de Calcuta para que en nombre de todos nos represente con su frase “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”.

Claudio Bermúdez no podía escapar de este influjo que nos invade a todos.Su grito produce Alucinaciones“que llegan a mí desde la anchura” y “sumido en su marasmocavila profundamente” porque “al besar su boca se embriaga de alegría”… es como si sepultara las palabras.

Esos versos anteriores que forman parte de su nuevo poemario Palabras Sepultadas calan de inmediato en la conciencia de cualquiera que haya sentido, o necesite sentir, los efectos de “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”, como rezaba Rabindranath Tagore.

Vibrantes líneas cargadas de bellos sentimientos se aprecian en Eco:

“en el horizonte el eco murmura resonante en viaje trémulo cuánto la quiere.”

O en el susurro sollozante de Vive:

“El amor muere sonriendo en el lecho agónico de su pasión”

Cada poema de este libro de Bermúdez nos lleva de la mano hacia nuevos espacios donde el amor ha gritado:

“Como estatua tú descansa en mi boca no lo siento breve como sonrisa de medusa te tengo.”

Hermoso es disfrutar las imágenes y los tropos de versos que confiesan:

“la noche llora con canto de luna y estrellas en nocturnidad clandestina”

Disfrutar de emociones y tener la capacidad de escribirlas con la belleza y calidad que una buena versificación exige, son desafíos que un amante de este arte asume con rigor y respeto, por lo que no es extraño que en un canto al amor, el poeta involucre la presencia de otro tipo de amores que no son necesariamente el que se produce entre las parejas, como es el caso de los textos denominados Niño y El pájaro, donde los versos muestran el sentimiento puro que se siente ante los menores… esencialmente hacia los hijos:

“con paso ligeramente acompasado trillando el camino indecible de un futuro soñador”

“bebe néctar de recuerdos y como huellas vive del pasado.”

Claudio Bermúdez revive las palabras con la gallardía y nobleza de un corazón enamorado, pero no las sepulta sino que las revive, por eso estimo que Palabras Sepultadas es realmente La resurrección de la palabra… Y no vacilo en recomendar su lectura.

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