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La introduccíón de Soto Jiménez

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José Miguel Soto JiménezSanto Domingo

El factor primordial de la llamada identidad nacional es la cultura, vista no como el patrimonio de las élites dominantes de la sociedad, sino como la aristocracia del café recalentado del conocimiento y sobre todo, de la experiencia y la costumbre.

La postura frente a la vida de los grupos humanos de acuerdo a sus propias circunstancias.

Erudición, saber, sapiencia, estudio, educación, arte popular, y el otro arte, el universal, el clásico, el “culto”: la música, la pintura, la escultura, el teatro, etc. Todo lo que se llama “clásico”, que a diferencia de que se piensa como atributo de los afortunados y felices, fue hecho en su momento para el pueblo más llano.

“El refranero español ofrece un panorama ajustado de la mentalidad del pueblo: su visión del mundo se desarrolla sobre cientos de anécdotas, referencias y significados ocultos”.

Para el poeta y costumbrista Ramón Emilio Jiménez, los refranes condensan la filosofía del pueblo que los usa. El autor del Amor del Bohío ve: “Chispazos de talento inculto que compendia en frases de seguro efecto la sabiduría que la observación y la experiencia diaria de la vida fueron acumulando en el entendimiento del astuto Sancho colectivo”.

La palabra refrán viene del provenzal refrain que se usaba para referirse a los estribillos, muestras poéticas que contenían sentencias populares rimadas o en forma de proverbios. La poesía, siempre la poesía, ese demiurgo encantado, a manera de Dios menor que en todo se mete de entrometido, de trascendido, como diablillo pícaro que lo hiciera de contrabando. Poetas: Pararrayos de Dios, rompeolas de las eternidades como dice el mismo Rubén Darío.

Según la Real Academia de la Lengua el refrán es: Dicho agudo y sentencioso de uso común. Para otros doctores de la lengua el asunto es ideológico y observan que el refrán refiere una enseñanza, fruto de la experiencia o del pensamiento.

Populares, prácticos y generales, esos son los rasgos principales de los refranes, según José Calles Vales. En su libro Refranes, Proverbios y Sentencias donde se abunda sobre las características de los refranes, para Calles el refrán tiene un origen común y defiende su anonimato, porque es el pueblo que lo crea, lo amplía, lo difunde, lo adapta, lo modifica, e incluso lo echa al olvido.

El refrán siempre señala viejos hábitos y costumbres más simples, usanzas comunes, ancianas tradiciones, hay implícito en el refrán un rechazo a lo extravagante a lo complejo, a lo complicado, resaltando en su forma más simple lo laboral, lo social, la salud, las relaciones primarias. Sus pasiones, sus valores, sus dilemas, sus disputas, sus querencias, las cosas que odia y aborrece, las que ama y en las que cree apasionadamente.

Creer o no creer, ese es el dilema que lo resume todo.

Hay refranes de uso general que versan sobre lo que afecta a la gente en lo sentimental, lo ético y lo moral y ello implica ante todo, un alcance temático universal.

Aunque debemos señalar que siendo el refrán medularmente popular, si lo aceptamos así, siempre estará acondicionado a lo regional, a lo pueblerino o a lo comunitario, ya que los grupos humanos generan sus propios refranes enraizados en su realidad geográfica. “Palabra, hombre y suelo “.

Para Calles cada comunidad tiene su propia estructura diferenciada, y el refrán se remite directamente a esta estructura social, a sus hábitos y costumbres, a su sentido moral y a su cultura.

El refrán es la voz práctica del pueblo, nada de palabras rebuscadas, finuras, confituras y gollerías.

El refrán huye del refinamiento como el diablo a la cruz.

Siendo el producto más genuino de la experiencia, resume en su estilo el valor de su practicidad.

El refrán es singularmente irreverente por naturaleza, si atendemos lo estericado de los convencionalismos.

Lo convencional parece ser el gran ausente de los adagios.

El refrán habla por sí mismo: Quien habla por refranes es un saco de verdades. Es el mismo refrán que se elogia a sí mismo. Hay más refranes que panes, dice el adagio español para cuantificar el dicho.

Los refranes, son enseñanzas prácticas “porque están encaminadas a mostrarnos el mundo en su versión más genuina”, por eso se puede agregar que “el refrán es advertencia, consejo malicioso, descripción”. El refrán sienta normas, impone costumbres. El refrán hace ley.

El refrán es una de las boletas de ese plebiscito cotidiano del que hablaba Renán cuando se refería a la Nación y que se ejerce regularmente de manera inconsciente en el taller, en la fábrica, en la escuela, en el conuco, en el cuartel y dondequiera.

El refrán siempre tiene canas y arrugas aunque no las tenga, tiene un aura a cosas antiguas y vetustas, huele a viejo, luce añejo, y por lo tanto viste a lo conservador, usa bastón y lleva sombrero viejo, mas no tiene tufo a rancio como los aceites descompuestos.

“Si quieres buen consejo pídelo al hombre viejo”, este refrán sintetiza la calidad longeva del refranero.

Y con esa calidad el aforismo habla como si fuera un ente regulador de las actividades humanas. Y más allá del consejo el refrán tiende a regular, a normar, a sentar ley de comportamiento.

La temática es variada porque como se origina siendo fruto de toda experiencia acumulada durante siglos, recoge fundamentalmente aficiones, pasiones y todo lo que implica esa tarea difícil de estar vivo.

El refrán es el idioma más simple del imaginario popular que siendo conciso traduce todos los elementos de sus valoraciones sin exclusión de temas. Porque el contenido general de los refranes es el hombre, sus tareas, inquietudes, dilemas y sus relaciones. El hombre como el destinatario de sus enseñanzas y de sus consejos.

El refrán sintetiza, el refrán nos sintetiza y por él llegamos raudos y directos a nuestra propia síntesis.

Después todo lo demás, como diría el cibaeño fumándose un cachimbo de andullo: “Eso es paja pa´ la gaisa”. El refrán puede ser irónico, gracioso, punzante, sarcástico, descriptivo, metafórico, burlón, dubitativo, entre dos, a veces cruel, pero pocas veces desacertado.

El trabajo del hombre es la fuente primordial de los refranes, las labores del artesano, las fatigas y tareas del campesino, la observación de la naturaleza, su entretención, son principalmente las fuentes originarias de los refranes, pero además, la guerra, el arte y la política.

Los refranes dominicanos tienen al parecer tres otras características de acuerdo a su origen: hispánicos, y reparando en la región de España de donde vienen: castellanos andaluces y canarios. En el caso nuestro, muchos de ellos climatizados y dominicanizados. De otras partes de América: colombianos, venezolanos, boricuas, mexicanos y curiosamente argentinos, según hemos observado en el libro, Refranes Dominicanos de Emilio Rodríguez Demorizi.

Están también los puramente criollos de antes y de ahora, fermento de nuestras luchas, “mejunje” de nuestra identidad tras siglos de luchas, supervivencias y derrumbes. Claro que los nuestros provienen muchas veces de refranes españoles modificados.

Mi abuelo Cuchico Jiménez costumbrista laureado y amante de las cosas de su tierra me solía decir que la gracia del refrán no estaba en decirlo sino en interpretarlo, “la fiebre no está en la sabana”, la calentura la tenemos en el cuerpo, es la enfermedad del cómo somos, y del cómo sentimos las cosas que vivimos. “Tengo fermentada en el recuerdo una nostalgia demasiado vieja, que lejos de morir se rejuvenece cada día”, dice el autor de Se Cayó una Viga.

En este mismo momento debo aclarar, que este libro no es un lamento de nostalgia del país que ya no es. Es cierto que hemos cambiado.

Un montón de ciudades constituyen nuestra realidad actual.

La capital encabeza un concierto de grandes metrópolis alimentadas desproporcionadamente por la migración campesina, pero pocos han reparado que en sus macutos, atiborrados sin ton ni son, en típico desorden, la gente del interior trajo su cultura rural y que por las calles y avenidas de las grandes urbes nos tropezamos a cada rato con lo que se le cae el compadre Pedro Juan de sus costales pobres.

Refranes, dichos, cuentos, cantos, canciones y costumbres.

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