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Oscilaciones, de Bernardo Silfa Bor

¿Dónde estamos cuando no estamos? ¿Cómo podríamos desarrollar una respuesta oportuna a esta pregunta poética?, quizás nos parecerá un modo sutil de abstracción pensar en ese estado de inexistencia, un lugar en el que el pensamiento es quizás una gota muy diminuta de agua que filtra en lo insólito, sin embargo, no hemos estado antes de nuestro nacimiento y no estaremos cuando acontezca su réplica inexacta, la muerte.

Oscilaciones, poesía de Bernardo Silfa Bor, es esa perfecta gota de pensamiento luminoso que se filtra en el no ser eterno que fluctúa. Bernardo atraviesa con sus versos geométricos la aparente calma de la nada y nos señala el ojo multiplicado y transparente, despliega su párpado de tierra para darnos respuestas muy personales que cada lector encontrará desde esta ventana de papel. Transitaremos por la selva de palabras evidenciando la figura amorfa de un fantasma, un personaje en el límite, en ese borde palpitante entre la vida y la inexistencia, fíjense que inicialmente no señalo la muerte pues estaremos presenciando el rito sensual, la danza oportuna para el armado, el divino modelado del cuerpo.

El tiempo en las manos del poeta pierde la importancia mundana del conteo y rueda infinitamente hasta el vacío, permitiendo en su movimiento la aparición sublime de un espacio distinto, la voz poética irradia esa presencia que se esconde sin querer en la materia oscura del cosmos hasta alcanzar la flexible figura viva del cuerpo, aquellos laberintos de carne, una prisión de huesos que el personaje poético conoce bien, nosotros con los ojos bien cerrados podremos dar pasos a la lengua para saborear cada rincón extraño y conocido que nos presenta el autor. No necesitaremos lámparas encendidas, ni mapas, el encuentro ocurrirá en la lectura como un secreto rito de palabras bien colocadas, sonidos que en sí mismo se contienen y son contenidos para un disfrute espiritual y energético.

Este poemario va describiendo ciclos sólidos e invisibles del alma y su tránsito, se encuentra dividido en tres partes, la primera titulada Oscilaciones del Origen, la segunda Oscilaciones Rituales y la tercera Oscilación del final. El autor enmarca cada capítulo o plaquette de poemas con versos de tres bardos reconocidos, que definen la atmósfera poética latente en los poemas de cada división.

La primera parte: Oscilaciones del origen que da inicio con un verso de Hermann Hesse que dice:

“Sólo el pensamiento vivido tiene valor”, Silfa Bor hace posible el abordaje en términos poéticos de un pensar filosófico, intenso e inevitable, verificando los estados del ser desde sus versos cuando escribe:

“Soy ahora esos estados amorfos

esas metamorfosis del cosmos

perdidas en ustedes

no ven que soy también

el último estado transparente de la carne”

Vibrante estrofa que invita a mirar más allá de los ojos físicos, un despertar distinto, el que también es señalado por el poeta en el poema de donde la extrajimos, cuyo título es: Oscilaciones del Sueño.

Continúa diciendo:

“En el pánico de verme gelatina plasmática

soy ahora lejos del viento

la tejedura del poema

la otra orilla de la vida en el tiempo”

Y nos va quedando claro con esto el sitio desde donde el hablante en el poema ensambla su mirada, y en ella eso que ve y quiere dejar a nuestra vista. Y son palabras luminosas inclinándose en lo escrito para seguir profetizando su espacio al ubicarnos tal como exponen estos versos en el lugar: “Donde soy oscilación, donde soy origen inclinación a cero.”

Vamos caminando de un estado a su opuesto en esa in-calculada prisa del chasquido, así nos lleva en un ritmo cadencioso y limpio esta poesía tocada por la sienes y por puntos muy sutiles del cuerpo y su conexión vital con la fuente.

Utiliza en la construcción de su mundo creativo Bernardo Silfa Bor, a la naturaleza, sus elementos, el verde intento y azul encaje de sus formas, así como las bestias sensibles de lo sicológico y humano, el misticismo metálico se apodera de las esfinges jeroglíficas del lenguaje escrito y grita secretos que sólo agudamente despiertos los lectores podrán tener la dicha de escuchar. Sinestésica experiencia de lectura, quizás por eso decía que hay que leer con los ojos intentando cerrarse para activar sentidos internos que permiten la lectura entre líneas.

Podemos seguir leyendo al poeta que exclama:

“Oscilo tumultuoso la cáscara boreal del día

habito la inexistencia gramatical del verbo

la creación apócrifa que se arrastra negada

a la flor grisácea del alba

ahí habito

en el ojo vegetal del lagarto”

Detrás de los versos vibra una onda significante con un mensaje escondido, este mensaje es el latir del autor cuando este es tocado por su creación en el momento único en que esta va haciéndose visible, los versos en definitiva son caracolas que al oído zumban el mar presagio y presentido del origen.

En el poema Génesis del río somos despertados en estrofas poéticas como esta:

“Tránsito a la espuma corporal del soplo

el sueño tiene lengua y sexo

tiene boca y cadencia deseo de sol

rito espiral del espejo abominando la luz”

Versos más abajo continúa diciendo:

“Aún no acaba este sueño bestial

de piernas abiertas al agua “

En la segunda división del libro: Oscilaciones rituales, enmarcada con unos versos de Arthur Rimbaud que dicen: “Como palpita la vida en este agujero caliente”. El poeta da paso a la sensualidad, nos había preparado para este momento desde los poemas anteriores, pero es en esta segunda parte donde despunta y despega un erotismo esculpido desde lo etéreo, esa sensualidad que traga las estrofas poéticas para ponerlas sobre la cama y frente al espejo, enfrentado producto que el poeta inventa para provocar un éxtasis distinto en la lectura. Nada sobra, todo está perfectamente concebido como un animal sin sexo que respira vertebra a vertebra la realidad hembra y el desdoblamiento del sueño macho, que en su interior germina el cosmos desierto.

Disfrutaremos de versos como los siguientes:

“Tengo el fuego de sus piernas en la memoria

en este abecedario tardío de cáscara

donde surjo resina

concha.”

El poeta nos hace testigos de los rituales de esa danza profunda que es el sexo, observándolo no desde un punto de vista exterior como mirando las bestias apararse, sino desde la luz que puede nacer en cada intento de fusión energética, para eso ponemos la evidencia ante ustedes con estos versos:

“Niégame el abismo

niégame ser infinito ascenso

niega la erupción de tus gestos ladinos

la boca me alcanza.”

“Busco la lengua del mito

en la hoja seca de tu pubis

ser sin número

cuál distancia acerca el gemido de las dudas

al sexo místico

ser sin género

cuándo retornó el otoño a tus ojos

quién ha introducido el tiempo a tu cuerpo

dónde perdió el movimiento el origen.”

Y estos otros versos encendidos y oscilantes que dicen:

“Voy y vengo enlazado con la muerte

para hacerme la vida

dicotomía incolora que se inicia

en la nada cóncava de esta prisión sin barrotes

que me sigue y se abandona a su inercia

me descarno y surjo nuevo

donde el destello del espejo

se bebe la virginidad de lo increado”

En la tercera parte del libro titulada Oscilación del final, los versos del poeta Rene Del Risco definen el oleaje poético de estas últimas oscilaciones con su poema el Viento frío en la estrofa que dice: “Debo saludar la tarde desde lo alto, poner mis palabras del lado de la vida y confundirme con el hombre por las calles, en que empieza a caer la noche.”

Comienza con estos poemas un final más cotidiano, los versos siguen su vuelo inicial; pero afincando de puntillas los pies a lo diario, a la ciudad y su barrio. Es el momento en que los ojos ya no son más un espacio intuido y comienzan a estar sobre un rostro equis, un habitante de este mundo urbano que desconoce el trayecto antes de su carne. Los versos finales del poema Otoño del silencio lo ejemplifican diciendo:

“Acalla mi dormir despierto

mi silencio hablando a la noche

mutismo interior del oráculo

espero y me detengo ante la raíz del espejo

siendo todos ustedes

todos nosotros

todos los especímenes del sueño”

En el poema Tránsito del ojo nos impacta con su lúdica presencia de cierre y de encuentro cuando estalla diciendo:

“Ahora que todos volvemos al estado primero

porque después el tiempo perderá la senda

y las edades invertirán el curso fuera de lo eterno

hazte ahora que eres rito del ciclo

y sinfonía de clavos en la madera mística”

Quizás nos parece la creación en este caso la poética, ese animal de palabras que es el poema, un artefacto que por estar vivo puede armarse desde el exterior apegándose a la ola mental; pero al leer Oscilaciones de Bernardo Silfa Bor, un lector atento puede intuir un soplo indiscutible de que la creación no es fortuita fórmula desordenada, creación obedece a un orden que concita lo perfecto, eso que respira porque da a la luz su reflejo, su idéntico en otra forma recipiente. Las palabras cuando se enlazan poderosas, respiran y eso que puede dividirse en sintagmas cuando es verso vivo, no es, sino en su completa forma, oración o párrafo inseparable, perfección, criatura que no es mano o pie, es humana y completa, así es el poema cuando está vivo, cuando cada palabra tiene pulmones y existen en esa singular atmósfera donde puede dejar la página para habitar este mundo de tres dimensiones.

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