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Jesús: “Amar y servir a nuestros hermanos”

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Registran los archivos en Altas Esferas que del sufrimiento que padecía la humanidad, y muy puntualmente por la dominación romana, se grababan en los éteres del Planeta las voces de los justos que clamaban a viva voz que llegara finalmente el Mesías esperado que los libertara de la opresión y esclavitud de la maldad que imperaba en ese entonces.

Y no pudiendo Jesús resistirse al clamor del hombre, por la fuerza de su divino amor y voluntad propia, se ofreció como víctima de holocausto, para redimir al hombre y al mundo de la muerte por el pecado -violaciones a la ley de vida-, por las transgresiones a una real convivencia con todos los productos expresados con vida.

Por todo esto se organizó el proyecto de descenso vibratorio de Jesús para poder encarnar en un vientre virginal -humano- e iniciar con la impronta de su amor divino, salvar al mundo, el cual estaba amenazado a desaparecer por la ignorancia y falta de amor en los hombres.

Conocemos de su apoteósico mesianismo. Su misión se completó con su muerte en la cruz. Sin embargo, hace más de 2,000 años de este evento de dimensión cósmico-terrenal, el hombre de hoy permanece envuelto en las rudimentarias formas de conductas (como el ancestral animal) que con instinto de fiera salvaje depreda la vida; y de igual comparación a los tiempos, y con el mismo escenario que presionaron el advenimiento de Jesús a la Tierra.

Solo que ahora existe mayor conocimiento porque lo conocemos a Él, como también al Padre, ya que Él aseguraba que: “Conociéndome, conocemos también al Padre”, pues son uno solo.

Hoy podemos hacer un símil de todo esto, y humanamente se podría inferir (como presunción) que nuestro amado Jesús tiene muy viva su pasión con el recuerdo de los azotes con que laceraron su cuerpo, la lanza que atravesó su costado y los clavos que clavaron sus extremidades. ¿Por qué? Porque todavía no lo hemos bajado de la cruz por nuestros insanos sentimientos con lo cual desgarramos también su túnica, cuando con epítetos maledicentes herimos con injusticias, prevaricación, violencia y egoísmo a nuestros hermanos, que se hacen víctimas pasivas, como las ovejas cuando las llevan a trasquilar.

Por favor, de una vez y por siempre bajemos de la cruz a nuestro inmenso Jesús.

Hagamos lo que Él nos manda: amar y servir a nuestros hermanos. No seamos ciegos. Por amor a Él, vamos a designarnos cirineos en el camino de ascensión a la montaña de las pruebas a los pobres, que llevan su miseria a cuestas sin que a nadie les duela. Y lograremos que su segunda venida se realice con gozo, al comprobar que hicimos realidad en nuestro corazón y conciencia “su gran postulado de amor con Cristo”.

Al convertirnos verdaderos hacedores de amor y de servicio, y con ello el más grande lema de vida y desarrollo “Ama a todos, sirve a todos”.

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