Zen

Genjug quiso aprender el arte de la espada para calmar el odio que guardaba contra el asesino de su padre. Fue a buscar a Hugen para que le enseñara. – Maestro – dijo Genjug-. Necesito aprender el arte de la espada, el odio me corroe, tengo que vengarlo. – Claro -dijo Hugen -te enseñaré, pero necesito que me acompañes hasta la cima de una colina, necesito que me ayudes a cargar unos sacos, cuando lleguemos, prometo que te enseñaré”. Genjug, asintió y cargó los pesados sacos, al llegar a la cima no aguantó la curiosidad y preguntó: -Qué contienen los sacos? -sólo piedras sin valor.

–¡Qué, he venido hasta aquí soportando este cansancio, cargando estos sacos inútiles que sólo contienen piedras sin valor, que no sirven para nada! ¡Está usted loco! –¡Qué, has venido hasta mí, para aprender el arte de la espada cargando ese odio de venganza y ese rencor inútil que no sirve para nada! ¡Acaso estás loco!