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REFLEXIÓN

Visa para el Reino

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: “No crean que he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”.

Estamos viviendo la época del relativismo. La percepción general es que “todo depende del cristal con que se mire” como dice la canción; pero Jesús nos asegura que se cumplirá hasta la última letra de la Ley, y nos invita a iniciar un proyecto de vida que siga el camino hacia la perfección. ¿Recompensa? Entrar en el Reino de los Cielos.

Él nos pide que subamos un escalón, que pasemos de ser buenos, a ser mejores; mejores que los fariseos de ayer y los de hoy, que saben, pero no hacen, no se comprometen.

Nos reta a que practiquemos no tan solo el no matar al hermano, sino también el no enojarnos con él, el no ridiculizarlo, el ser misericordiosos, el perdonarlo.

Jesús rechaza radicalmente al pecado, no así al pecador, porque nos ama infinitamente, tanto que cometió la locura de entregar su vida por la nuestra. Porque nos ama, nos quiere felices y sabe que el pecado nos esclaviza, nos roba la paz, la alegría, el Reino; por eso nos llama a huir de las tentaciones, diciendo que lo que nos haga caer, mejor lo cortemos, lo apartemos de nosotros.

A lo largo de mi caminar he caído al ser herida por personas a las que le entregue todo lo que soy, pero puesta a los pies del Señor, como una ofrenda doliente, me he levantado agarrada de Su mano, alcanzando la capacidad de perdonar y sanar.

Hace 32 años, tuve la dicha de vivir la experiencia de un Cursillo de Cristiandad en el cual conocí la felicidad inmensa que es vivir la gracia de Dios en nuestras vidas. He luchado con Su ayuda, para no caer en la trampa del pecado, diciendo no al egoísmo, sí al amor; y puedo asegurarles que aunque estoy lejos de lograr la perfección, el luchar por ella me produce gran alegría, me llena de esperanza, segura de que Él, en su infinita misericordia, completará lo que haga falta y me dará la visa para entrar al Reino de los Cielos.

Hermanos, fuimos formados del lodo, pero Dios nos infundió Su Espíritu y con ese soplo nos hizo semejantes a Él. Ese espíritu está inquieto hasta que no vuelva a Su Creador. Levantémonos pues del lodo, para emprender el vuelo hacia el Reino.

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