DOS MINUTOS
Los milagros de hoy
Hoy estamos ante un Dios hecho hombre para venir a liberarnos a usted y a mí de todas esas trampas que nos impiden ser plenamente felices.
Dice una vieja fábula inglesa que a dos hermanos convictos por el robo de ovejas, se les hizo en la frente un tatuaje con las letras S.t., que en inglés significan “Sheep thief”, o sea, ladrón de ovejas.
Uno de los hermanos no pudo soportar el estigma. Cada vez que se miraba en el espejo veía aquella afrentosa marca..., y se rechazaba por tenerla.
Así que este pobre hombre vivió el resto de su vida lleno de complejos y amargura, y terminó siendo sepultado muy lejos de los suyos.
El otro hermano escuchó, entendió y creyó la buena noticia del evangelio de hoy (Juan 1,29-34) contenida en esta frase:
“Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29).
Y como él escuchó, entendió y creyó esta revelación hecha por Juan Bautista acerca de Jesucristo, habló con el Señor y le dijo: “Tú eres el que me va a quitar esta marca”.
Con esta confianza puesta en el Señor, se dijo a sí mismo: “Me quedaré aquí, y trataré de recobrar el respeto de mi gente y de mí mismo.” Pasado algún tiempo, en efecto, se creó una gran reputación por su honradez e integridad.
Finaliza la fábula contando que varias décadas después, un extranjero vio al anciano con aquellas letras marcadas en la frente, y le preguntó a un joven qué significaban. El joven respondió: “Eso fue algo que pasó hace muchos años y yo no sé exactamente, pero creo que las letras “S.t.” son abreviaturas de “Santo.”
Miles de personas en este momento, entre las cuales estamos usted y yo, viven marcadas con el estigma de la irritabilidad, de la susceptibilidad, de la tristeza... del complejo de culpabilidad... o de inferioridad... quizá presos por la cadena del rencor, del alcoholismo o de la drogadicción... y de muchas otras imperfecciones que los demás perciben, que nosotros mismos vemos, y que nos roban la paz, la alegría; en una palabra, la posibilidad de vivir en paz con nosotros mismos y con los demás.
Pues bien, hoy estamos ante un Dios hecho hombre para venir a liberarnos a usted y a mí de todas esas trampas que nos impiden ser plenamente felices.
La pregunta de hoy
¿Qué es lo que tengo yo que hacer?
Que nosotros escuchemos, entendamos y creamos estas palabras acerca de Jesucristo es extremadamente importante. Al igual que el segundo hermano de la fábula, creer esto ha sido todo lo que ha hecho falta.
Recordemos a un tal Pedro, a quien el Señor amó por encima de su debilidad, y le dijo que él era “una roca.”
O a un enanito llamado Zaqueo, un vulgar ladrón que encontró la felicidad al acercarse al Señor.
O a una mujer llamada María Magdalena, quien estaba marcada como prostituta.
Todos ellos le creyeron a Jesucristo, y ¿qué les sucedió? Que el amor incondicional del Señor los curó, los liberó, los salvó de sus estigmas y los hizo felices amándolos, afirmándolos, perdonándolos, animándolos...
Y lo mismo hace hoy con millones de personas como ellos... y como usted... y como yo.
El asunto está en escucharlo, entenderlo y creerlo.
Y luego, abandonarnos en sus brazos amorosos sabiendo cuál es la trampa o defecto principal que nos impide ser plenamente felices, decirle confiadamente: “Tú eres el que me va a quitar esta marca”
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