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DOS MINUTOS

¿Cuál es tu imagen de Dios?

Los psicólogos afirman que uno no se relaciona en realidad con una persona, sino con la imagen que tiene de ella.

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Luis García DubusSanto Domingo

“El mayor error que muchos cometemos en nuestra relación con Dios, aquel que con más fuerza turba la paz de nuestra alma, es la idea de que Dios quiere demasiado de nosotros, más de lo que un ser tan frágil como nosotros puede dar. Un Dios así atemoriza.

Pero Dios, en realidad, está contento con lo poco que podemos darle; porque Dios sabe, y acepta, lo poco que tenemos.

Solo necesitamos hacer tres cosas:

1. Hacer lo mejor que podamos, para encontrar y honrar a Dios en todo lo que hacemos.

2. Hacer todo lo que podamos para vivir nuestro camino, por muy poca cosa que parezca.

3. Dejar que Dios haga el resto.

Si seguimos estas simples normas, tendremos a Dios.

Y teniendo a Dios, no habrá en nosotros turbación ni ansiedad, pues no tendremos necesidad de temer a un dios que jamás nos pide más de lo que podemos darle”. (San Francisco de Sales)

Esta pequeña respuesta de San Francisco de Sales resume y simplifica genialmente la imagen que yo debo tener de Dios.

Los psicólogos afirman que uno no se relaciona en realidad con una persona, sino con la imagen que tiene de ella. Este pequeño cuento de Rabindranath Tagore, ejemplifica esta idea: “Un hombre perdió su hacha en el campo, y sospechaba del hijo del vecino. Efectivamente, el muchacho miraba como un ladrón, caminaba como un ladrón y hablaba como un ladrón. Pero un día el hombre encontró su hacha donde la había dejado. En adelante el muchacho miraba, caminaba y hablaba como cualquier otro muchacho.”

¿Ve usted? Cuando el hombre cambió la imagen que tenía del muchacho, todo cambió enseguida en su relación con él.

Lo mismo sucede con Dios, nos relacionaremos con Él según la imagen que de Él tengamos.

La pregunta de hoy ¿Cómo cambiar la imagen que tengo de Dios?

Muy sencillo; conversando con Él. Fíjese que la mujer samaritana cambió cinco veces su imagen hasta llegar a la verdad.

Ella conversó con el Señor y en la medida en que se fue desarrollando la conversación fue creciendo su conocimiento de con quién hablaba: primero un simple judío, luego lo llamó señor, después se dio cuenta de que hablaba con un profeta, luego el Mesías, y, finalmente, El Salvador del mundo.

Si el Señor está vivo y es el mismo, y, por su parte, usted ha mostrado interés en leer esta columna, me parece que esto es una señal clara de que Él desea hablarle, y de que usted desea escucharle.

Converse con Él en silencio y su inteligencia espiritual despertará. Su imagen de Él cambiará y su relación con Él se transformará según llegue a la verdad, en una relación de amistad, confianza y abandono.

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