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DOS MINUTOS

El cristiano excéntrico

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Luis García DubusSanto Domingo

Lucas 14, 25--33

¿Qué cosas ocupan su mente el mayor tiempo? ¿Qué es lo que más le importa en esta vida? Si usted es un empresario, o un hombre de trabajo su respuesta irá en esa dirección: su trabajo.

Igual respuesta será si usted es un médico, ingeniero o un sencillo empleado de una empresa. La mayor parte del tiempo estará pensando en cómo progresar, cómo producir más y eso está muy bien, lo felicito, usted progresará, tendrá éxito en lo que hace.

Si usted es una persona pobre, su mente estará ocupada en producir más. Esto, producir más, será lo más importante. Y eso está muy bien.

Si es una persona enferma, estará pensando en cómo mejorar su salud, nada más natural.

Si es una persona enamorada, tal vez no tenga otro tema en su mente que la persona a quien tanto ama.

He preguntado a algunas personas, y he tenido diferentes respuestas. Las dos más abundantes tienen que ver con “mi trabajo” y otras más maduras mencionan a “mi familia”. He aplaudido estas últimas ¡Muy bien! Les he dicho.

Le voy a decir cómo puede resumirse todo lo anterior. La mayor parte del tiempo su cerebro está concentrado en una persona y esa persona es usted mismo.

No digo que sea usted egoísta (si está leyendo esto, es probable que no lo sea), pero sí algo que somos todos: egocéntricos. Lo cual equivale a decir que, salvo el caso de personas muy superadas, en el centro de todo está usted mismo, está su ego.

En el evangelio de hoy Cristo nos dice que tenemos que ser excéntricos, es decir que nuestro centro debe ser Él, no yo.

Por ejemplo, si tienes que tomar una decisión, la pregunta correcta no será “¿qué es lo que más me conviene?” sino “¿qué es lo que desea Cristo que yo haga?”.

Sencillo, ¿verdad? Entonces será usted un cristiano excéntrico, pues en el centro de su ser estará Él, no usted.

Cristo no es un maestro como podría ser un gurú. Él es el Hijo de Dios hecho hombre. No es un maestro a quien hay que seguir, es un maestro a quien hay que entregarse.

Y esto “por encima de su trabajo, de su familia e incluso sobre sí mismo”. De no dar este paso, será usted un cristiano de apariencia por los actos externos que practica, pero no alguien en cuyo centro más íntimo estará reinando el Señor, y no su ego.

La pregunta de hoy

¿Es necesario llegar a este extremo para considerarse un cristiano?

La respuesta nos la da el mismo Señor, con toda claridad: “Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

Lucas 14, 26-27

“¡Que contrarios a los sentimientos de la naturaleza son las enseñanzas de Jesús!”.

“Sin la ayuda de su gracia no sólo no podríamos ponerlas por obra, sino, ni siquiera comprenderlas”.

Santa Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia

La gran buena noticia de hoy es que teniendo a Cristo como centro de mi vida, seré mucho más feliz que teniéndome a mí mismo.

Sí. Dichosos nosotros si entendemos esto.

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