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DOS MINUTOS

¿Y quién es mi prójimo? Preguntó un licenciado en forma retadora

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Luis García DubusSanto Domingo

Si Jesús hubiera sido dominicano, seguramente habría nacido en un pueblito escondido en medio de nuestra geografía y me gustaría contar el relato de hoy como supongo que lo habría hecho Él. He aquí la respuesta.

Bajaba un hombre de Jarabacoa a La Vega y tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y al verlo, pasó de largo. Lo mismo un clérigo, quien al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Un extranjero mal visto, que no era cristiano, iba de camino, lo vio y se compadeció. Le echó agua y mercurio en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su caballo, lo llevó a un hotelito en La Vega y lo cuidó.

Al día siguiente le dio mil pesos al dueño del hotelito y le encargó: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”.

Luego de este relato, preguntó al señor Licenciado que lo había retado: “¿Quién de los tres le parece que se portó como prójimo del que cayó en medio de los asaltantes?”

Contestó: “El que lo trató con misericordia”

Y Jesús le dijo: “Ve y haz tú lo mismo” Ahora yo le pregunto. En este relato hay muchos personajes: el hombre casi muerto, los asaltantes, el extranjero mal visto, el sacerdote, el clérigo, el dueño del hotelito... ¿con cuál de todos estos personajes se identifica usted? Piénselo un momento a ver si se descubre a sí mismo en alguno.

¿Ya lo pensó...?

Le voy a dar la respuesta, a ver si ya usted la había encontrado.

Usted es el herido, maltratado por ideas mundanas, confundido sobre dónde y cómo se encuentra la felicidad, bombardeado por propagandas que tratan de convencerlo con ideas contrarias a la Verdad como son las riquezas, los placeres, el orgullo, el darse importancia, de ser reconocidos como poderosos, de recibir alabanzas, etc., etc., etc. y póngale por favor tres etcéteras más. Usted sabe igual que yo que lo que este mundo grita sobre la felicidad nos confunde, nos maltrata y nos frustra.

¿Quién es en este relato el mismo Señor Jesús? Él es quien tiene misericordia de nosotros, y con todo amor nos salva y nos trata con una ternura infinita, comprendiéndonos, perdonándonos y haciéndose cargo de nosotros pagando lo que sea necesario para que seamos curados. Gracias a Él podemos ser sanos y sencillos para depender en todo de Él confiadamente.

Por eso dice Santa Teresa de Lisieux: “La vida del alma está en el abandono, no en la conquista” Usted no tiene que lograr hacer algo. Sólo tiene que dejarse amar y abandonarse en los brazos amorosos de Dios.

¿Se atreve?

“Nuestra serenidad será comprada al precio del abandono”, San Francisco de Sales.

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