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REFLEXIÓN

‘Tus pecados están perdonados’

Que maravilloso y esperanzador es el evangelio de hoy, Lucas 2,36 – 8,3. Jesús nos muestra que nuestros pecados pueden ser perdonados.

Nos relata como una mujer pecadora, agobiada por la tristeza, la desesperación y el vacio, va a casa de Simón el fariseo y se encuentra con Cristo, el rostro humano de Dios. Esta mujer llorando muestra su arrepentimiento y Jesús le dice: “Tus pecados están perdonados”. Posteriormente añade: “Tu fe te ha salvado, vete en paz” En el Antiguo Testamento prevalecía la ley de Talión inspirada en la justicia: “Ojo por ojo, diente por diente”. Jesucristo modifica esta ley subordinando la justicia a la misericordia y al amor. En Juan 15:12 Jesús nos dice, “Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado”.

Así como Dios siempre está dispuesto a perdonarnos, nosotros también tenemos que estar en la capacidad de hacerlo, porque el perdón es la mayor manifestación del amor. Por mandato de Jesús, estamos llamados a amar a nuestros enemigos, a hacer el bien a los que nos odian y a orar por los que nos persiguen y calumnian. En el Padrenuestro pedimos a Dios que nos perdone como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, dejando claramente expresado la reconciliación entre nosotros los hombres. Los cristianos debemos mostrar para con los demás la misma actitud que quisiéramos que el Padre tuviera hacia nosotros.

Cuando realicé mi Cursillo de Cristiandad aprendí que si queremos ser verdaderamente felices debemos abrirnos a la misericordia divina, llenarnos de la gracia de Dios que transforma nuestros corazones y nos reconcilia con nuestros hermanos. Cuando somos perdonados y perdonamos surge en nosotros una conversión interior, un gran cambio. San Juan Crisóstomo llegó a decir, “Nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón”. También comprendí la importancia de vivir periódicamente el sacramento de la reconciliación.

La confesión es el encuentro con el perdón divino, instituido por Jesús y transmitido mediante el ministerio de la Iglesia.

Este evangelio nos debe llenar de esperanza y felicidad al saber que ser perdonados y perdonar está al alcance de todos. San Juan Pablo II dijo, “Gracias al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado.

Toda persona que se arrepienta será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso”.

Dios les bendiga.

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