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REFLEXIÓN

Promesa del Espíritu

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Paula Mejía de RodríguezSanto Domingo

El evangelio nos trae hoy uno de los momentos de mayor confianza para la humanidad, narrado en Juan 14: 23-29. El anuncio de la venida del Espíritu Santo, la cual está ligada a la partida de Jesús, -lo que parecía una tragedia- se convierte en esperanza, dando así inicio a una nueva etapa en la historia de la presencia de Dios entre los hombres.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

“El que me ama guardará mi palabra y mi padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado pero el Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo.

Saber que puedo ser morada de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es sin duda algo estremecedor, ¿acaso soy digna de tan gran distinción? La condición está dada, amar a Dios y vivir según sus mandatos, el que ama a Dios guarda su palabra y esta no es una carga difícil de llevar, es más bien una vía de vida y paz.

Una paz que me invita a no acobardarme frente a nuestras realidades de vida, violencia, injusticias, inseguridad, falta de oportunidades, desconfianza, mentiras, envidias, egoísmo y en este agridulce sabor de vida saber que Jesús sigue con nosotros, contigo, conmigo, no de forma sensible como se presentó durante 50 días, sino en forma espiritual, ya que en su nombre el Padre nos envía al “Consolador” al “Defensor” el cual siendo distinto a Él lleva la presencia de Jesús a su perfección.

Descubrir en mi vida que Jesús quiere habitar en nosotros para siempre, en el Espíritu Santo que se nos ha dado por la gracia de Dios, me marcó, me renovó e hizo de mí una criatura nueva llenándome de esperanza. Hace años tuve una experiencia de tres días, viví un cursillo de cristiandad y en solo 72 horas aprendí que se puede ser feliz en esta tierra, con “perturbaciones” (enfermedades, estrechez económica, situaciones familiares, adicciones), pero siempre contando con la gracia de Dios, luchando cada día a impulsos del Espíritu Santo para hacer de este mundo la gran morada de Dios.

¿Se puede? Yo creo que ¡Sí se puede!

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