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SENDEROS

Reservorio de la fe

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Muchos ignorantes del conocimiento espiritual preguntan ¿Qué es la fe? y quizás con desprecio y falta de interés para adecuarse a la respuesta.

Es entontes que la respuesta que se le debe dar es: “Que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”. Justamente esto es la medida del sentimiento que se hace abstracción, pero que se cree en la totalidad de la esencia que lo encierra. Otros permutan ese criterio, basado en la indiferencia que le reporta el conocimiento de Dios.

Por cuanto fe es trascender los aspectos objetivos para los sentidos, haciendo a estos en cambio atractivos a la mente, pensamientos y corazón, que unidos se concretan como reservorios para incrementar la fe, siendo por su fuerza y naturaleza el fértil plantío donde germina la semilla crística en la conciencia de ser.

Como toda abstracción solo puede usarse el sentimiento como vehículo, con el cual puede deslizarse la fe.

Por ella las páginas de la historia recogen testimonios de vida de hombres y mujeres que se inmolaron en pos de un ideal, que se hace concreto por la esperanza de lograr su realización en Dios. Tal fue el evento histórico de los cristianos, que se hicieron víctimas de persecución, expiación y sacrificio, por uno de los más nobles ideales e impronta de amor, la doctrina de Cristo, magistralmente plasmada en la conciencia por el amado maestro Jesús; quien tiene como discipulado a hombres que le sirven en la actualidad con amor y devoción sincera.

Jesús por tanto lleva a transitar el sendero de salvación con su mensaje de fe y de vida. No ofrece gozo terrenal, en cambio sí ofrece la plenitud del amor divino. Enfatiza con su modelo que es Dios; un Dios vivo que se integra en cada ser. Reconcilia las diferencias cuando asegura que Dios es un padre de amor y no castigador, que imparte su misericordia sin distinción a sus hijos’ y que aunque no lo percibimos con la vista ordinaria, podemos auscultarlo con la visión interna del Yo Superior; sintiéndolo vivo en nosotros mismos. Un Dios de gloria y bienaventuranza, para lo cual prepara morada y tener ese encuentro divino, pudiendo contemplar su magnificente y radiante rostro. Y por eso se hizo Jesús el puente transferente entre Dios y el hombre.

Todo se puede lograr con el más idóneo vehículo: la fe. La fe como principio y que lleva hasta el final con Jesús tomado de la mano, El Alfa y el Omega que se corresponde como el paradigma de la felicidad.

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