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REFLEXIÓN

De vuelta en los brazos del Padre

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Mayra Molina de RinaldoSanto Domingo

En este 4° Domingo de Cuaresma el Evangelio nos relata que un hombre tenía 2 hijos , y el menor pidió a su padre la parte de la herencia que le correspondía y se fue a un país lejano donde malgastó todo en fiestas, parrandas y cosas banales, pasó hambre, miseria y recapacitando se arrepintió y decidió volver a la casa de su padre y pedirle perdón diciendo “padre he pecado contra el cielo y contra ti”.

Estando todavía lejos su padre, que lo esperaba cada día, corrió hacia él y lo llenó de besos e hizo una gran fiesta por su regreso.

Al regresar su hermano mayor sintió celos y le reclamó al padre porque siempre había permanecido junto a él y nunca le había hecho fiesta su padre.

Es uno de los Evangelios que más me gusta y me sobrecoge por el inmenso amor y misericordia del padre al cual no le importa lo que haya hecho el hijo, le perdona y lo recibe con alegría, con los brazos abiertos.

Lo mismo nos sucede a nosotros cuando nos alejamos del padre Dios llevando una vida de pecado y centrada en cosas fáciles, viviendo falsos espejismos de felicidad centrándonos en cosas puramente materiales que nos alejan de su casa, nos enseña que si nos arrepentimos siempre nos estará esperando, con los brazos extendidos, para abrazarnos y darnos una vida nueva , en comunión con Él devolviéndonos la gracia perdida.

Él es un padre de amor, que jamás nos abandona, no nos pide explicación, nos ama de manera gratuita es paciente y espera por nosotros respetando nuestra libertad.

Su amor y ternura están muy por encima de que le hayamos traicionado y pecado y se regocija diciendo “estaba muerto y ha vuelto a la vida”.

Este gran amor y misericordia lo experimenté cuando hice mi cursillo de cristiandad en la bendita Casa San Pablo me sentí perdonada y acogida nuevamente y desde entonces lucho por no separarme de su lado.

En esta Cuaresma y este Año de la Misericordia es un momento hermoso y oportuno para reconciliarnos con él, para decidir levantarnos, pedir perdón y volver a Dios como lo hizo el Hijo Pródigo y olvidándonos de la envídia y el egoísmo del hijo mayor y testimoniarlo con nuestra vida.

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