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DOS MINUTOS

Vida con sentido

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Luis García DubusSanto Domingo

En 1928 un profesor norteamericano realizó un experimento con cientos de personas. El experimento consistió en hacerlos caminar en campo abierto con sus ojos vendados.

Ni uno solo caminó en línea recta. Todos se torcieron a derecha o izquierda, describiendo grandes círculos.

Lo mismo les sucede a los animales al huir a campo abierto, e incluso a los pilotos de aeronaves cuando pierden el rumbo.

Parece estar demostrado que una persona sin rumbo claramente establecido actúa como si estuviera atontado, dando vueltas y más vueltas, con lo cual no evoluciona, no crece, no progresa como persona.

Descubrir el sentido de la vida constituye, pues, una condición indispensable para no dar vueltas como un tonto, y terminar llegando nuevamente al mismo sitio.

Sˆren Kierkegaard, filósofo sueco, decía con mucha profundidad que “vivimos vidas de una tranquila desesperación”. Vidas monótonas llenas de problemas inmediatos, y nada más.

Usted sabe que el Señor Jesús “se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado”. Hay personas que se olvidan de esto, y lo divinizan tanto que ya no creen en un hombre-Dios, sino en un Dios que parece un hombre. Un Dios que nunca tiene miedo.

Pero Él era un ser humano igual que usted y yo, con sus momentos de angustia y de miedo, en los cuales tenía que acudir a su Padre, lleno de necesidad, en busca de ayuda.

Comparto con usted el interesante enfoque de un autor llamado Javier Garrido en su libro “Seguir a Jesús en la vida ordinaria”, (página 64):

“La transfiguración es la respuesta de Dios-Padre al miedo de los discípulos y de Jesús mismo.

Hay que suponer que Jesús no sabía de antemano su destino trágico en el calvario. Lo fue descubriendo a la luz del rechazo de su mensaje.

Por eso, se retiró al monte con sus íntimos, porque tenía miedo y quiso encontrar en el Padre luz y fortaleza”.

Luz y fortaleza. Luz para saber qué hacer y fortaleza para hacerlo, en la seguridad de que caminamos bajo la protección de Dios y vamos por buen camino.

¿Acaso no es eso todo lo que necesitamos en momentos de confusión y de miedo?

Jesús, después de un largo rato de oración que los discípulos no pudieron aguantar y se durmieron, recibió del Padre una luz tan portentosa que se transparentó hasta en su ropa, y aparecieron Moisés y Elías hablando con él a las claras de su pasión y muerte.

Y luego se oyó esa voz amorosa que lo reanima y vigoriza dándole un respaldo total:

Este es mi hijo, el elegido, escúchenlo.

Y el Hijo del hombre sigue decididamente su camino, confiando en aquella amorosa voz del Padre y “sabiendo la dicha que le esperaba” (Hechos 12, 2)

La pregunta de hoy

¿Qué es lo esencial para que mi vida tenga pleno sentido?

Precisamente saber la dicha que le espera.

Mire, estamos pasando un corto tiempo en un hotelito malo. Esta no es nuestra casa, donde no nos faltará nada, y seremos felices para siempre, gracias a Jesucristo que nos salvó.

Señor, envíame tu Espíritu Santo para que me explique todo esto, para que me habite y me dé paz y luz. Amén.

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