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REFLEXIÓN

Confía, aquí estoy

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Ángela Medina de MonegroSanto Domingo

Hoy, narra el Evangelio de Lucas, que Jesús predicaba desde una barca. Al terminar se acercó a los pescadores que estaban allí lavando sus redes; no habían logrado pescar en toda la noche.

En esta lectura, Dios nos habla con varios mensajes, en un primer momento cuando Jesús le dice a Simón Pedro que lance las redes una vez más, el no confía, más hace lo que Jesús le solicita y esto lo llevó a ver el poder de Jesús, que llenó las redes de peces.

Si nuestro corazón está dispuesto para Dios y lo obedecemos sin importar que estemos inseguros y no entendamos por qué nos están sucediendo algunas cosas, tal vez una enfermedad, la muerte de un ser querido, problemas en el matrimonio, en fin; si obedecemos su mandato, entonces, veremos la gloria de Dios, su mano poderosa que actuará en nuestra vida. Dejemos descansar nuestra confianza en Él.

En un segundo momento, Simón Pedro se da cuenta que el Señor hizo un milagro, algo que él no esperaba.

Como siempre Dios nos sorprende, y en este instante sorprendió a aquellos pescadores.

Cuando estamos en medio de una prueba, de situaciones que nos hacen llorar, y hasta perder la esperanza es cuando necesitamos estar más cerca de Dios, es cuando permitimos que Dios sea Dios y Él nos sorprende.

Continúa el Evangelio: “Simón Pedro dijo: “¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!”. Este hombre en su debilidad, creyendo no merecer al Señor, cae a los pies de Jesús reconociendo su grandeza. Hay momentos en nuestra vida que cometemos errores y creemos no merecer el perdón, pero Dios nos manifiesta su misericordia.

Jesús dijo: “No temas”, es en este momento donde Jesús con sus palabras nos habla a todos, nos está diciendo que no será con nuestras fuerzas como venceremos, sino que será con su ayuda, con el poder del Espíritu Santo que está con nosotros desde el Bautismo.

Comprendí en mi Cursillo, que en medio de las pruebas debo buscar a Dios en el sagrario, donde “yo lo miro y Él me mira”. Me fortalezco en la Eucaristía, fuente de vida, que me permite permanecer en su amor. Cuando Dios me necesita levanto mis manos y le digo “envíame a mí”, y en los momentos difíciles digo con fe: “Hágase en mí tu voluntad”, con la certeza de que todo lo que Dios hace es bueno.

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