Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

SENDEROS

El amor para conciliar las diferencias

Avatar del Listín Diario
Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Una expresión cita: “Amor es... nunca decir ¡perdón!”. Y me parece escuchar al Maestro Jesús decir: “El amor todo lo perdona. Todo lo puede. No juzga. No es exigente. No es jactancioso. No pide nada a cambio...” y explicaría además, “que se podría tener el don de la profecía y todos otros dones... pero si no existe amor de nada valdría...” (Corintios: la preeminencia del amor).

La afectación para decir perdón se origina en las relaciones humanas cuando se interactúa entre sí, ya sea con familias o cuando socializamos con el exterior. La intimidad lleva frecuentemente a tener conflicto intrafamiliar. Muy puntual se hace, cuando se interpretan de forma equivocada las palabras o acciones que no han sido dirigidas con mala intención, con lo cual se crea un sentimiento de ofensa. Sin embargo, esto se presenta regularmente, cuando existe un deterioro del ánimo en algunas de las partes. De aquí deriva la expresión: “La armonía existe en todos, cuando se logra conciliar las diferencias cuando se tiene como aliado el amor”.

Por tanto, la comunicación se hace el vehículo más idóneo para conciliar las diferencias que obliga a tener que decir: ¡perdón! Cuando lo importante, y de más atención, es no festinar la palabra perdón.

Las partes han de ser conscientes, de que se debe tener un propósito de enmendarse, y de eludir las ocasiones o situaciones que impulsen a ofender, y como consecuencia de esto, tener que repetir perdóname. Oportuno es señalar aquí, que la recurrencia en una falta u ofensa, dejan huellas o estigmas que se gravan en el alma y lesionan los sentimientos con resentimientos.

Cuando existe en el hombre una actitud de conocerse, y de reconciliarse interiormente con sus disfunciones anímicas, y con ello transformarse; tiene como premisa que Dios es amor, y nos creó con su mismo amor. Que sólo se place de amarnos. Que además, todas las cosas nos son dadas por amor.

Entonces, cabe preguntar ¿si hemos sido creados en amor, por qué no principiar a amar todo lo creado por Dios? Con esto se entiende, que el hombre ha perdido el tiempo para decir: ¡Te amo! La forma rápida en que se desenvuelve diariamente, ha fortalecido la rutina, y no le permite sentir y observar lo cálido de los rayos del Sol en un amanecer radiante, como tampoco, deletrear la mística nostalgia de un atardecer que adorna con anaranjado color, la cama donde se oculta el Sol, creando el más tierno encanto al espíritu con un enamorado amor.

El amor es la plenitud del ser. Es contagioso, alegre y cómplice con la belleza del Espíritu. El amor tiene el prodigio de emanar desde el interior del ser, en torbellinos iridiscentes de luces; creando un aura envolvente con la cualidad esencial de un prisma que refracta el amor divino en sí mismo.

Y este amor divino no tiene segundo es ¡único! Prístino y originado en Dios, siendo por tanto esto la más grande “ventura de amor” y se compendia con la excelsitud de amar sin egoísmo. “Amando a todos... Sirviendo a todos”.

Tags relacionados