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REFLEXIÓN

¿Puedo divorciarme?

En el evangelio de hoy unos fariseos le preguntan a Jesús si es lícito divorciarse.

Y Él les dice que desde el comienzo de la creación Dios creó al hombre y a la mujer; que se unirán y serán una sola carne: lo que Dios unió, que no lo separe el hombre. Jesús continúa y les dice a sus discípulos: El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio. Había unos niños cerca de Jesús pero los discípulos no permitían acercársele. Jesús desaprobó este gesto y les dijo: Dejen que estos pequeños vengan a mí; solo los que son como ellos entrarán al Reino de los Cielos.

Jesús instituyó el sacramento del matrimonio a través de la Iglesia y este siempre ha estado en los planes de Dios.

Los que hemos accedido a esta vocación de casarnos y crear una familia debe ser por convicción.

A veces vemos a jóvenes que no le dan la suficiente importancia, y ven la figura del matrimonio como algo “desechable” (no funcionó, busco otra); además de las consecuencias negativas que se reflejan en el resto de la familia, especialmente en los hijos. Jesús es muy claro y enfático: debemos cargar nuestra cruz para toda la vida. Si compartimos los mismos ideales y objetivos, llegaremos juntos hasta el final; sin olvidar ser humildes y mansos de corazón, para asegurar la vida eterna.

En una semana cumpliré treinta años de casado.

Les puedo asegurar que no ha sido fácil; pero les juro que ha valido la pena, por lo que seguiré orando y pidiéndole al Todopoderoso que me ayude a cargar mi cruz. Ver a mis hijos y a mi esposa, con todas las bendiciones con que Dios nos ha premiado (me siento muy orgulloso de tener la familia que el Señor me ha dado).

El próximo mes de noviembre hará veinticuatro años de haber hecho mi Cursillo de Cristiandad en la bendita Casa San Pablo. Aquí tuve la experiencia de encontrarme con un Jesús vivo frente a frente; donde también encontré las herramientas necesarias para cargar mi cruz; para poder seguir adelante con los retos y desafíos del diario vivir. Definitivamente mi vida es un antes y un después, sobre todo en el aspecto familiar, de velar por mi metro cuadrado.

Te animo a que cambiemos el mundo; para eso solo tienes que empezar por cambiar tú, ¡como lo hice yo!

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