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DOS MINUTOS

No es un cúmulo de prohibiciones

Dice un sabio actual llamado Keating que el modelo occidental de espiritualidad tiene el error de creer que los actos exteriores son más importantes que los interiores. También describe a un “buen católico”.

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Luis García DubusSanto Domingo

Marcos 7,1-8, 14-15. 21-23

¿Qué es más fácil: recitar un rosario, o perdonar a esa persona que le ofendió a usted...? ¿Leer una novena por la mañana, o amar a quien no se lo merece por la tardeÖ? ¿Ir a una procesión, o tener compasión por la gente...?

Si usted piensa igual que yo, habrá respondido que recitar un rosario, leer una novena por la mañana, o ir a una procesión, son tres cosas más fáciles de hacer que perdonar a quien me ofendió, amar a quien no se lo merece, o tener compasión por la gente.

Desde luego, que podría aparecer alguien más inteligente que yo, que me respondiera: “Mira Luis, eso que tú llamas actos externos, son para mí el alimento necesario para que Dios pueda ayudarme a perdonar, a amar sin que el otro se lo merezca y a tener compasión de los demás”. ¡Correcto! ¡Ahora sí!

Según el evangelio de hoy, vinieron donde Jesús unos fariseos y algunos escribas, quienes afirmaban que el cumplimiento estricto de la ley era lo que salvaba, y basaban su relación con Dios en actos externos, en reglas que ellos mismos habían creado (613 mandamientos) entre los cuales había nada más y nada menos que ¡365 prohibiciones! ¿Se imagina usted?

Dice un sabio actual llamado Keating que el modelo occidental de espiritualidad tiene el error de creer que los actos exteriores son más importantes que los interiores. Y describe a un “buen católico”:

“Va a misa todos los domingos, y contribuye generosamente en la colecta, espera que a la hora de su muerte un sacerdote que le administre la extremaunciónÖ”, “Ösuba a los cielos para ser ampliamente recompensado por su vida católica ejemplar”.

“Podría ser que a este hombre no se le hubiera ocurrido nunca que pudiera ser un pecado hacer caso omiso de los pobres de su calle o de su parroquia”. Y termina diciendo:

“En suma, profesa las dogmas y observa los ritos externos de la religión católica, pero no practica el evangelio. El evangelio es una vida que hay que vivir, no un conjunto de observaciones”. (“Intimidad con Dios”, página 25)

La pregunta de hoy ¿Acaso el rosario, las novenas o las procesiones no son actos recomendables? Estas devociones son altamente recomendables siempre y cuando usted las haga de corazón.

Si alguna persona las hace sólo de boca, le podría caber una frase del mismo evangelio de hoy: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... su religión, pues, de nada le sirve”. (Marcos 1, 6-7)

Sin embargo, para aquel que se acerca a Dios de corazón, San Pablo afirma: “Dios nos libra de culpa y nos hace santos por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3,21)

Y más adelante lo afirma: “Uno está en gracia de Dios por la fe, y no por cumplimiento de la ley” (Romanos 4,28)

La fe no es algo que se hace, es algo que se recibe y se vive. No es algo que se aparenta, es algo que se es, y sólo la misericordia y el amor de Dios (y nunca yo por mis propios méritos) es lo que me transforma, me ilusiona y me salva.

Lo difícil no es salvarse, es dejarse salvar. No es “ganar méritos”, es entregar el corazón. No es hacer algo por Dios, es decirle SÍ y descansar en sus brazos como un niño.

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