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REFLEXIÓN

Labrar el campo de Dios

En el pasaje de San Marcos 4, 26 al 29, la Palabra nos enseña cómo debemos los cristianos ejercer nuestra misión como labradores en el campo del Señor.

Citamos: En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto”.

La gran enseñanza es que nos demos cuenta que nuestra tarea consiste en predicar, y luego tan solo esperar y confiar. Si navegamos más profundo entenderemos que para predicar no basta la Palabra, sino que es muy importante nuestro Ejemplo. Ejemplo que va más allá de lo que podamos imaginar porque sus frutos crecen en el silencio. Voy más lejos, al predicar, Dios mismo nos cultiva y enseña en razón de la humildad y la confianza.

Humildes porque nos hace saber que es Él y solo Él quien hace germinar la semilla. Y confianza de dejarle a Él cosechar sus frutos. No siempre podremos ver nuestros esfuerzos como labradores.

Nuestra gran aliada en la evangelización es nuestra madre María.

Les cuento una experiencia de mi vida.

En el cursillo me enseñaron a amarla, imitarla y a dialogar con ella. Me afiancé en acercarme a ella cuando una vez tenía que esperar al tan recordado y querido padre Vicente Rubio, quien fuese asesor espiritual de los cursillistas, y a quien acudí más de una vez para consulta espiritual me dijo en su parroquia, espérame aquí en esta salita unos minutos, tengo que hacer algo muy importante. Y yo, jovencita desobediente en ese tiempo, le espíe, y vi que fue al Santísimo a orar con el rosario en sus manos. Todavía hoy recuerdo sus consejos que se aplicaba en su propia vida. Sé que el padre Rubio no tuvo idea del efecto que me hizo el verlo orando. Más que sus consejos.

Resumo, orar, predicar, actuar y esperar que Dios obre a su tiempo, porque al fin y al cabo, la obra es de Él. Nosotros, solo somos sus instrumentos. Sin embargo, el sentido y el gran privilegio de la vida solo está en servirle a Él, quien es el único que nos da plenitud.

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