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SENDEROS

¿Quién soy yo?

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

La expresión del título habla de la gran interrogante que cada hombre consciente o no, debe hacerse. En virtud de que ordinariamente recurrimos al apelativo: yo soy fulano de tal y de ahí se derivan también, profesión, origen y nacimiento. Pero en verdad eso que dices es ¿yo soy? La respuesta es no. Indagando para una mejor comprensión, recurrimos a las Sagradas Escrituras. Cuando Moisés pregunto al Señor qué debería decir al faraón de Egipto, de quien le envió para que dejara salir al pueblo cautivo. Contestándole el Señor: “Yo soyÖYo soy el que soy”. Observándolo desde esta perspectiva se infiere que el acervo espiritual coloca al hombre a la dimensión y estatura divina, por ser emanación directa de Dios como criatura en imagen y semejanza (Espíritu). Es obvio, que cuando nos hemos cuestionado ¿quién soy yo? ¿Soy acaso este cuerpo perecedero, o soy la mente como reservorio de ideas?, se hace comprensible que cuando el ser se inquieta por resolver el misterio de su existencia, está dando los pasos necesarios en el sendero de la autorrealización. Para ello, hay respuestas efectivas y son, que Todos somos uno, divinos, de la mismísima esencia, origen y Naturaleza de Dios. Pudiendo intuir en consecuencia, que somos partículas o átomos desprendidos de su gran rstructura de padre, o matriz prístina, madre universal. Por tanto, y tomando como base esta premisa, entenderemos en conciencia que nuestra identidad es divina, únicos, poseedores por derecho de todos los atributos inherentes, y latentes en ese gran ser, por ser nosotros, parte de la naturaleza fragmentada desde la materia atómica de Dios; Y para hacer más comprensible esta abstracción como misterio oculto de la verdad, damos como ejemplo gráfico lo siguiente: Cuando extraemos una porción en algún envase del océano, mar o río, sólo varía la cantidad en proporción a la vastedad; sin embargo, no importa cuán pequeño o poco sea el líquido extraído, la cualidad inherente en el origen del líquido será la misma que contiene el envase. Con esto se acepta entonces, que el “Yo Soy” es el Ser emancipado con sus mismos atributos latentes del gran caos primordial, germen o simiente del gran yo soyÖ Dios, como conciencia madre universal, increada y emanada del absoluto. Cabe ahora preguntarse: ¿Para qué y por qué se desprendió como chispa (el ser) de la fuente suprema? Ha de suponerse por rumor esotérico, que en Dios primó el deseo de conocerse a sí mismo, y darse a conocer a través de los universos y las formas con un plan divino, debidamente concebido de evolución en planos diferenciados de conciencia, y para adquirir además, el conocimiento de que la divinidad subyace en la intimidad de cada hombre o ser como simiente. Para lograr este conocimiento, el hombre tiene que desprenderse de las vestimentas del ego, naturaleza ordinaria de la conciencia inferior que le crea al hombre falsas expectativas de felicidad y separación que dan los sentidos; al ocultarle la verdad de su ascendencia directa de Dios, omnisciente, omnipresente y omnipotente que lo define como una entidad integrada como principio, final y eternidad del “gran y dupremo yo soy” en el incognoscible absoluto.

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