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REFLEXIÓN

Enseñaba como con autoridad

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Teresa Valentí Batlle M.C.J.Santo Domingo

A menudo encontramos personas que gritan y dan órdenes, manejan el imperativo, pero carecen de autoridad. Es difícil creerlas y escucharlas. También conocemos a personas que hablan poco, pero una palabra, una mirada, una sonrisa, un gesto espontáneo son suficientes para ver su calidad humana. La actuación de Jesús gozaba de respeto, escucha atenta y autoridad en todos los que le escuchaban. Es más que la palabra de un profeta; es la palabra del enviado de Dios. “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”, canta el Salmo 94. Así, en esta disposición de la liturgia de este domingo, vamos a interiorizar lo que la Palabra de Marcos nos dice. Jesús acude el sábado a la sinagoga. La sinagoga no era un templo, sino la casa en la cual se reunía la comunidad, se leía la lectura sagrada, culto y enseñanza a la par, daban oportunidad a que los asistentes se expresaran. Los presentes estaban cansados de oír siempre lo mismo por parte de personas sin prestigio. Jesús les sorprende con un lenguaje nuevo y distinto. Jesús hablaba de la vida, de aliviar a los sufrientes, de liberar a los espíritus inmundos (sinónimo de demonio). No se trataba de palabras, sino de obras. La gente reconoce en Él una doctrina nueva enseñada con autoridad. Valoraba y dignificaba a las personas. Era humano en relación con el prójimo; su relación con Dios le llenaba de las palabras y gestos significativos que hacen florecer el Reino. Ante un testimonio coherente y sincero de vida evangélica nace el respeto. Y, muchas veces, se despierta el deseo de conocer más profundamente y de seguir el estilo de vida de quien da testimonio. De Jesús me admira, entre otras cosas, la capacidad de renovar y transformar a las personas, de no dar a nadie por perdido, de provocar que quienes se encuentren contigo y contemplan tu modo de ser y actuar se cuestionen. Es muy sano hacerse preguntas: ¿qué haría Jesús en mi lugar? Ante situaciones difíciles: familiares, grupos de trabajo o cualquier colectivo, surgen problemas. La solución está en dejarnos iluminar por las actitudes y gestos de Jesús. Los cristianos tenemos que cuestionarnos cada día acerca de nuestro modo de proceder. Que nunca nos dé miedo acercarnos a los demás, a los que me pueden interpelar por distintos, por su credo, raza y opción ante la vida.

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