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REFLEXIÓN

Señor, mis ojos han visto a tu salvador

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Alejandro PorcellaSanto Domingo

En el evangelio del día de hoy Lc. 2, 22-40, el Señor en brazos de su madre María y su Padre José visitan por vez primera su templo para cumplir la Ley del Señor, y de esta forma presentarnos a la Sagrada Familia. Dios se hace visible a aquellos que viven su Fe con humildad, por eso además de José y María, Él se hizo visible a Simeón y Ana. Para enfatizar el profundo significado de Jesús aquí en la tierra e inspirado por en el Espíritu Santo, Dios pone en los labios de Simeón las siguientes palabras: “Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria para de tu pueblo, Israel.” Ahora, yo pregunto: ¿Crees tú como Simeón que El Señor ha enviado al salvador? El Señor ha cumplido su promesa de enviarnos al Salvador para iluminar a todos las naciones. Hemos contemplado hace unos días el nacimiento de Jesús, pero ¿en realidad ha nacido Cristo en tu corazón, o todavía hay algo que te impide recibirle? Recordemos que Cristo es esa luz que ilumina el camino de regreso hacia la casa del padre, entonces lo que tienes que hacer es sacar de adentro los odios, resentimientos, angustias, idolatrías, en fin todo lo que te impide recibirle. En otras palabras limpiar tu corazón para de esa manera hacerle cabida al Salvador. Hermanos el gran regalo que recibimos en esta navidad es confirmar el gran amor de Dios hacia nosotros, pues de tal manera nos amó, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Si nosotros creemos en Jesús, tendremos vida eterna en el cielo. Entonces transformemos nuestro corazón de piedra en corazón de carne y démosle cabida a Jesús en nuestro interior. Señor que sepamos proclamar tu grandeza a cada persona que se cruce en nuestro camino, que sepamos decirles a cada uno de ellos como Simeón, que tú eres el Salvador, pero no solo con palabras, sino con acciones y testimonios; queremos darte a conocer como tú mismo nos enseñaste, amando al prójimo como a uno mismo. Señor, que tu gracia me convierta en luz que ilumina el camino de los demás, Amén.

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