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REFLEXIÓN

Escucha, pregunta y acoge

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Teresa Valentí Batlle M.C.J.Santo Domingo

En la liturgia de la Palabra de hoy, encontramos dos mensajeros. Natán tiene que decir a David que su iniciativa no está de acuerdo con lo que Dios quiere, y le invita a corregir su proyecto para cumplir la voluntad de Dios. Gabriel comunica a María de Nazareth que Dios la ha elegido para ser madre de Jesús. María escucha al mensajero, está turbada y no entiende; pregunta y acoge la voluntad de Dios. Abre su corazón y acepta la propuesta, sabiendo que si es cosa de Dios, Él la acompañará para realizar aquello que a su vida le parece imposible. Sin embargo, ella pregunta, pues no conoce varón. El ángel le responde y María queda en paz. “Hágase en mí tu voluntad” (Lucas 1,26-38). El ángel le habló de un Dios volcado en ella. ”El Señor está contigo”. “Alégrate amada y favorecida del Padre”. No debe extrañarnos la sorpresa, el sobresalto de María. Turbada y pensativa, dialogando consigo misma, confrontándose interiormente con un Dios terriblemente cercano. ¿Qué nos dice el texto? ¿Somos conscientes de que algunas veces también recibimos mensajeros que nos anuncian proyectos de vida que nos parecen imposibles? Los mensajeros se van y nos sentimos solos. Aparentemente es así, pero Dios nunca deja solos a los que confían en Él. En los momentos difíciles de nuestra vida –todos pasamos por ellos– podemos sacar enseñanzas muy positivas, tratando de reavivar las certezas que Dios nos ha ofrecido a lo largo de nuestra frágil vida y, en ese llamado a la alegría, pongamos nuestros nombres y sentiremos el gozo que da el sentirnos elegidos. A mí me da resultado: “Alégrate, Teresa…el Señor está contigo”. Lo repito con frecuencia, la paz y la serenidad llenan mi espíritu y, mi cuerpo quebrantado se revitaliza para seguir amando. Desde la ventana de mi habitación contemplo las montañas de Leyre, donde está la Abadía Benedictina, y tengo la sensación de estar alabando a Dios con los monjes. Dentro de unos días nacerá el Niño Dios, devolveremos el sentido a la Navidad solo si escuchando la invitación de Dios, superando nuestras propias limitaciones con alegría, aceptamos los mensajes que el establo de Belén nos trae. Contemplaremos la bondad de Dios hecho humanidad en un Niño. Acogeremos lo que en el corazón silente nos vaya diciendo y le preguntaremos: ¿En qué puedo servirte? Oiremos el canto de los ángeles, la solicitud de los pastores, y aceptaremos los nuevos retos.

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