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REFLEXIÓN

Una voz, un llamado

”Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio, como testigo de la luz, para que todos creyeran por él“. Aunque no fuera él la luz... Juan 1, 6-8; 19-28. En este pasaje, solo tendríamos que sustituir el nombre de Juan por el nuestro, y de inmediato descubriremos: 1.- Que es Dios mismo quien nos envía, y 2.- Cual es nuestra misión en esta vida: ser testigos de la luz. No somos la luz, pero sí nos toca colocarnos en el camino de ella, para que al chocar con nosotros, esa luz pueda reflejarse e iluminar a todos los que nos rodean. Hace alrededor de 30 años tuve la dicha de encontrarme de frente con la Luz misma, “Jesús”, en un Cursillo de Cristiandad. Esta experiencia marcó mi vida. Entendí cuál es mi misión: ser testigo de la luz, dar con mi vida y con mis palabras, como Juan, testimonio de Cristo. Allí me dieron herramientas que me han ayudado a ver todo a través de Él, a conocer y seguir sus huellas en este difícil, pero excitante camino de ser cristiana. A mí me encantan los candelabros, los briseros; ellos no son luz, pero la contienen y la proyectan. Una herramienta indispensable para que cumplan su función es que estén limpios. Acudir a la confesión para limpiar mi alma, para recomenzar de nuevo, una y otra vez, ya que soy débil, fue una de las herramientas que me dieron en el Cursillo. Otra herramienta importantísima es ocuparme en conocer a Cristo, para osar llamarme “cristiana” y ser su testigo. En ese aprendizaje he descubierto a un Jesús orante, humilde, misericordioso... Con la fuerza que me da la Eucaristía (sola no podría), he podido lograr una oración permanente que me pone en contacto con el Padre y también con las necesidades de mis hermanos; he podido reconocer humildemente mis debilidades y trabajar junto a Él, para superarlas. Cuando me encuentro ante una encrucijada de cómo actuar, siempre evalúo para elegir, cual me asemeja más a Cristo, con cual soy más misericordiosa, cuál le servirá a los demás como testimonio de luz, y guiará sus vidas hacia el “ámino”. A veces me sorprendo yo misma, cuando es Él quien actúa en vez de mí. Si todos descubrimos esa misión y actuamos en pos de ella, tendremos un mundo más humano, más cristiano.

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