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REFLEXIÓN

¿Talentosa yo?

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María Isabel de ArisSanto Domingo

El evangelio de hoy, Mateo 25:14-30,nos narra sobre un hombre que se va de viaje y deja a sus empleados encargados de sus bienes: a uno dejó cinco talentos, a otro tres y a otro solamente uno, según la capacidad de cada cual. También a nosotros, al venir a este mundo, el Señor nos dio talentos; talentos que debemos descubrir y poner en uso, desarrollarlos, ponerlos a trabajar! En muchas ocasiones ni nos damos cuenta de esos dones maravillosos que Dios ha puesto en nosotros, dejándolos enterrados en lo más profundo de nuestro ser, sin producir frutos, estériles. En otras ocasiones descubrimos estos dones, pero no los utilizamos, ni los ponemos al servicio de los demás, a veces por timidez, dejadez, miedos, o por falta de valentía y disposición... , o porque sencillamente es más “cómodo” ignorarlos y no comprometernos. Es maravilloso cuando descubrimos y aprendemos a usar esos talentos que el Señor nos regala, en mi caso personal, descubrirlos ha significado el sentirme definitivamente como lo que soy, “una hija muy amada por Dios”, amada porque Él ha confiado en mi talentos que yo humildemente trato de honrar y me brindan la oportunidad de trabajar en su Reino para la gloria única de Dios Padre. En el Movimiento de Cursillos de Cristiandad me encontré con un Cristo vivo, que espera por mí para trabajar en su nombre, que espera por mí para fermentar de Evangelio los ambientes de nuestra sociedad, pero sobre todo un Cristo que espera por mi valentía y esfuerzo para reconocer, incrementar y poner a Su servicio los talentos que en mí ha depositado. Lo importante no es la cantidad o tipo de talentos que tengamos. Cada ser humano es único y especial para Dios, lo importante es que nos decidamos a descubrir esos talentos que poseemos, “no todos servimos para todo, pero sí todos servimos para algo”, empecemos a identificar esos dones que todos tenemos, a cultivarlos, a ponerlos a trabajar en nosotros mismos y al servicio de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestro Apostolado, es la única manera de hacer un mundo mejor.

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