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REFLEXIÓN

Hagan lo que dicen...

Los letrados de los tiempos de Jesús, pertenecientes a los fariseos, eran dados a imponer responsabilidades a los otros, pero ellos nada de participar en los quehaceres. Jesucristo advierte a la gente: “Hagan y cumplan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen porque ellos no hacen lo que dicen”. Los escribas y fariseos, eran los “jefes”, los que imponían las cargas (leyes, impuestos, servicios) para los otros y aparentemente no lo hacían para el bienestar de la población, sino para que los notara la gente. Como ellos tenían el poder, a cada acto que asistían, ocupaban los primeros puestos y los asientos de honor, especialmente en las sinagogas. La Iglesia de hoy Para agradarles reclamaban que les llamaran ‘maestro’, al igual que a Jesús. Frente a esta trastada, Jesús con su forma sincera y ceñida a la verdad, como actuaba, lanzó una importante advertencia que aún hoy, y de seguro mañana y siempre, estará vigente: “No se dejen llamar maestros, ustedes son hermanos. Ustedes son hijos de un mismo padre. Ustedes como hermanos deben de amarse los unos a los otros, como yo los he amado, sean uno, como el Padre y yo”. Dios, creador de todas las cosas, con especial preferencia al hombre a su imagen y como bautizados en Cristo Jesús, debemos ser entre nosotros auténticos servidores los unos de los otros, sin distinción. Nuestro vivir debe discurrir en un ambiente de paz, de justicia y amor porque así está ordenado el Reino de los Cielos. Si tienes el deseo de participar en el Reino de Dios, lo encontrarás en un Cursillo de Cristiandad, en donde te ofrecerán todas las herramientas necesarias para descubrir la felicidad que Dios tiene para todo ser humano creado y hecho para agradar a Dios y servir a los hermanos. Es oportuno creer en Dios, confiar en Jesucristo y aceptar la fortaleza del Espíritu Santo, para compartir la perfección con los hermanos y tratar de que se conviertan cambiando de villanos en cristianos. El Cursillo de Cristiandad produjo en mí un antes y un después. En él encontré el camino adecuado para descubrir la Alianza que me propone Dios para ser feliz, que es su gracia que santifica, su propia vida. Descubrí y por eso lo vivo a plenitud, el significado de ser iglesia que es lo mismo que ser cuerpo místico de Cristo.

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