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REFLEXIÓN

Alegría, pero del Espíritu

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Teresa Valentí Batlle M.C.J.Santo Domingo

San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, nos habla de cómo acogieron la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Ese gozo indescriptible lo vive una mujer enamorada del amor. Celebramos “El año jubilar” dedicado al V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Un año para recordar y asimilar la doctrina de esta carmelita enamorada de Cristo. Escritora, mística y Doctora de la Iglesia. Alimentada con pan de sensatez, Dios le dio a beber el agua de la prudencia; se apoyó en ella y no vaciló nunca. Dios la llenó de sabiduría e inteligencia. Alcanzó la alegría del Espíritu y su nombre es perdurable. Ella mostró a la Iglesia el camino de la perfección a través de la oración y el sufrimiento. “Vuestra soy, para Vos nací ¿Qué queréis Señor de mí?”. Su empeño era hacer lo que Dios le pedía. Adelantada a su tiempo, mujer de una pieza, nada le arredraba, mística y andariega, fémina e inquieta. Monja desde los 18 años, pasaron 21 hasta que, ante una imagen de un Cristo muy llagado, Teresa de Jesús comenzará el tiempo de su definitiva conversión. Sacando fuerzas, su salud no era muy recia, reformará la orden carmelitana. Fundará nuevos conventos. Será para siempre maestra de vida y oración. Es proclamada Doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970 por el papa Pablo VI. La clave de Teresa no fue el feminismo, ni la rebeldía, ni la enajenación, algunos opinaban que vivía una demencia. Fue calumniada, marginada por sus propias monjas. Su amor apasionado por Jesucristo, cuya “humanísima y sacratísima humanidad contemplaba en la Encarnación, en el huerto de los olivos y en la cruz,” la mantuvo fiel a su conciencia. Sus intuiciones eran del Espíritu, solo quería hacer la voluntad de Dios. Su amor a Jesús era tan fuerte, que Cristo le otorgó gracias y visiones extraordinarias, en sus soliloquios de amor con su Amado, ya no sabía si ella misma era Teresa de Jesús o Jesús de Teresa. Hablando de la oración dice: “Es hablar con Jesús, tratar de amistad con Él, que sabemos nos ama, aun estando muchas veces a solas”. Teresa de Jesús nos muestra el camino de la oración y de la perseverancia en él “suceda lo que sucediere, murmure quien murmurare”. “La humildad es andar en la verdad”. “En la cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino hacia el cielo y el camino de la alegría”.

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