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DOS MINUTOS

Justicia amorosa

No importa su edad ni su pasado, Dios está interesado en usted porque Dios lo ama a usted más de lo que usted se ama a sí mismo

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Luis García DubusSanto Domingo

El ebanista había realizado su trabajo lo mejor que podía. Ahora fue a entregarlo con cierto temor, porque le habían dicho que aquel señor era muy exigente. El señor gerente examinó el trabajo y dijo: “Está muy bien. Se ve que usted se fajó. Con lo que no estoy conforme es con el precio”. El ebanista palideció. Esto era algo que él no esperaba. No sabía qué decir. Pero antes de que dijera nada, el gerente habló de nuevo. “Creo que está demasiado barato. Su trabajo vale más...” Y ordenó a su contable hacerle un cheque al ebanista por tres mil pesos más de lo convenido. Otro caso E.S.C., conocido abogado, estaba dejando asombrados a todos los amigos que venían a visitarlo. Durante toda su vida, había tenido fama de ser un gran literato, un intelectual... y un manifiesto ateo anticlerical. En varias ocasiones había dicho que lo mejor que podía hacerse con los “curas” era colgarlos a todos. Sin embargo, en su lecho de muerte, había recibido la visita de un humilde sacerdote, con quien habló durante un rato. Nadie supo lo tratado en aquella conversación secreta, pero desde entonces el autosuficiente intelectual amargado se convirtió en un hombre humilde y alegre, que dejaba asombrados a todos sus amigos cuando les decía: “No me hablen de ciencia, ni de política, ni de nada de eso. Sólo me interesa hablar acerca de Dios. ¡Cuánto lamento no haber descubierto esto antes! Hablemos del amor de Dios”. ¿Qué relación tienen estos dos casos con el evangelio de hoy? Le daré dos de los mensajes de esperanza que puede usted descubrir. El primero es este: A la hora de pagar, Dios es un incomprensible generoso. Usted y yo nos vamos a sorprender al comprobar un día que Dios había estado tan pendiente de la más mínima cosa que hiciéramos por cualquier persona, para retribuírnoslo con asombrosa generosidad. Y el segundo: Para Dios nunca es tarde. No importa su edad ni su pasado, Dios está interesado en usted porque Dios lo ama a usted más de lo que usted se ama a sí mismo. El amor de Dios es algo tan profundo y tan sobrenatural que no podemos imaginárnoslo. E.S.C. decía que solo quería oír hablar de esto. San Pablo declaraba que nada ni nadie podía separarlo de ese amor. ¿Podremos experimentarlo usted y yo? Quien lo hace, consigue una paz y una alegría interior que nada ni nadie puede quitarle. Quizás... Si pudiéramos hacer un poco de silencio... La pregunta de hoy ¿Cómo puede Dios amarme tanto si yo no me lo merezco y ni siquiera lo conozco? El amor más seguro y fiel que conocemos humanamente es el de una madre. Sin embargo, mire lo que declara Dios: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura, Dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Isaías 49,15) Es decir, que Dios compara su amor con el de su madre, ¡Y asegura que el amor de Él por usted es aún mayor! Su amor es como la luz del sol: siempre está ahí para usted. Juan Pablo II aseguró que esta verdad acerca del amor de Dios: “Es la primera fuente de alegría y esperanza.” Y en otra ocasión expresó: “El cristiano está llamado a descubrir la mirada alegre de Dios, y a sentirse protegido”.

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