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DOS MINUTOS

La gran liberación: perdonar

Perdonar es una decisión y quien la toma no solo se libera, sino que va siendo ayudado para cambiar su herida por compasión.

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Luis García DubusSanto Domingo

El evangelio de hoy (Mateo 18,21-35) narra el caso de un hombre que debía “100,000 talentos”, suma que equivale a unos 133 millones de pesos. Dice el relato que el hombre no tenía con qué pagar así que “se echó a los pies” del acreedor, le suplicó que tuviera paciencia, y le prometió pagarle. El acreedor “se compadeció de él, y no solo le dejó libre, sino que además le perdonó la deuda”. Lo raro es que cuando este hombre salió, se encontró con uno que le debía a él 200 pesos y, a pesar de que el otro le suplicaba paciencia, él no tuvo compasión alguna, y “lo metió a la cárcel hasta que pagara”. La verdad es que es sorprendente que un hombre a quien le acaban de perdonar una deuda de 133 millones, se niegue a perdonar a alguien que le debe 200 pesos, ¿no le parece? Este relato me viene a la mente cada vez que me siento ofendido por alguien. Creo que toda persona que se haya sabido perdonada por Dios alguna vez en su vida lo entenderá claramente. Espero que usted no se considere una persona perfecta. Espero que haya podido experimentar el perdón de alguien, y especialmente de Dios. En ese caso el evangelio podrá servirle, tanto como me ha servido a mí, para animarlo a perdonar, porque quien se sabe perdonado, no se negará a perdonar. Y no se confunda, porque perdonar no es cambiar lo que uno siente; es cambiar lo que uno decide hacer. Como dice el versito aquel: “El sentir no es consentir ni el pensar mal es querer. Consentimiento ha de haber junto con el advertir”. De modo que perdonar no es que usted deje de sentir el dolor de una ofensa. Es que decida no vengarse y tampoco alimentar irracionalmente el rencor. A propósito, ¿le gustaría a usted conocer una fórmula de cómo perdonar? Pues hela aquí: “Remite tu ofensor al tribunal de Dios. Lleva el asunto a Dios, y déjalo en sus manos; Él hará justicia. Entretanto, tú no solo no te tomes el derecho de juzgar, sino que pide misericordia para tu ofensor”. Perdonar no es fácil. Humanamente es imposible. Sin embargo, conozco personas que han aplicado esta fórmula y Dios le ha liberado totalmente del rencor. Porque el verdadero beneficiario del perdón no es el perdonado, es el que perdona. Seguramente por eso el Señor dijo en una ocasión: “¿Han entendido esto? Pues dichosos ustedes si lo cumplen”. (Juan 13,17) La pregunta de hoy¿Es verdad que quien no olvida no perdona? No. No lo es. El número 2843 del Catecismo Católico dice: “No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla”. Y en un artículo publicado por el P. Benavides el 29 de octubre de 1994, él afirma lo mismo con estas palabras: “El perdón es algo que depende de nuestra voluntad que, libremente, puede decir “te perdono,” o “no te perdono”. El olvidar no depende de nuestra voluntad, sino de nuestra memoria. ¡Cuántas veces queremos olvidar algo y no podemos, y cuántas también quisiéramos recordar algo y por más intentos que hacemos no lo logramos!”. De modo que perdonar es una decisión, y quien la toma no solo se libera, sino que, poco a poco, va siendo ayudado para cambiar su herida por compasión y su memoria por intercesión. ¡Es una gran liberación!

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