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REFLEXIÓN

¡Yo estoy con ustedes!

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Orlando de Jesús Prieto NouelSanto Domingo

El evangelio de este domingo, a pesar de ser muy corto, tiene tantas riquezas. Lo primero que llama mi atención es cómo algunos de los once discípulos vacilaron, dudaron. ¿No se parece a tu historia? Los discípulos habían recorrido todas las ciudades de Jerusalén y de toda Galilea con Jesús durante tres años, habían visto todos los signos que el Maestro realizó frente a ellos, multiplicación de los panes, caminar sobre el mar, curar a los enfermos... y aún dudaban. Se parece a mi historia, he caminado con Jesús y con mi Iglesia desde que nací, a base de sacramentos: bautizo, confesión, Eucaristía, confirmación, matrimonio y unción de los enfermos. He visto a mis sacerdotes hacer maravillas con ejemplos y testimonios de vida que me sorprenden día a día. ¡Cuantas veces dudé! Sin embargo, un día el Señor me llamó a través de un cursillo de cristiandad y me convirtió en pescador de hombres. ¿Cómo lo hago? Pues trato de guardar lo que Él me ha mandado. Simplemente dando testimonio y ejemplo de vida. Aunque a veces me equivoque. Es un asunto de actitud. Si san Pablo decía: “No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero”. Me ayuda mi fe férrea en su palabra, en su mensaje. Me apoyo en una comunidad que camina y ora conmigo. Hay algo que he aprendido de Teresita del Niño Jesús y que Dios ha llenado e impregnado en mi corazón. Se trata del Amor. Ella dice: “mi vocación es el amor”. Eso trato de hacer cada día desde que me levanto. Llenar de Su Amor a todas las personas con las que me tropiezo, con las que me relaciono, conocidos y no conocidos, en fin, poder dar algo de mí al prójimo, dejar algo en cada corazón. Si lo logro, sólo puedo decir con el salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Hoy el Señor nos dice: “vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Esa es una gran enseñanza de los cursillos. Nos envía a ser luz del mundo y sal de la tierra. El evangelio de san Mateo no puede terminar de una manera mejor, la promesa de Jesús: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”... ¡No estamos solos!

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