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DOS MINUTOS

La flor y la corona

Esta semana la iglesia nos invita a decirles ahora a nuestros familiares lo mucho que significan para nosotros.

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Luis García DubusSanto Domingo

Le pregunté a N. F., mi amigo ginecólogo, si había conocido el caso de un niño que no llorara al nacer. “¡Imposible! -contestó-. ¡Todos lloran, porque así es como aprende a respirar!”. Esto me ha puesto a pensar. ¿Se imagina usted la diferencia si en vez de tener que llorar para vivir tuviéramos que aprender a reírnos? Quizás en este último caso nuestra actitud usual ante las cosas y las personas no sería de lamento y de crítica, sino de alegría y de amor. Aprende uno a llorar al nacer, y luego se pasa el resto de la vida tratando de aprender a reír. Sabemos “llorar la pérdida de nuestros seres queridos”, pero son pocos los que han aprendido a alegrarse por los que están a nuestro lado antes de que dejen de estarlo. Por ejemplo, ¿tiene usted todavía alguno de sus padres vivo? En ese caso le interesará leer un fragmento de la Palabra de Dios que dice: “El que respeta a su madre acumula tesoros, el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado”. “El que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha”. “Hijo mío, empéñate en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva”. “Aunque flaquee su mente, sé comprensivo con él, y cuando tengas problemas, Dios se acordará de Ti”. (Eclesiástico 3,3-6; 12-13 y 15). Fíjese en las promesas que hay aquí para usted. Dice que si usted respeta y honra a su padre y a su madre, “cuando rece será escuchado” y “cuando tengas problemas, Dios se acordará de ti”, además, usted “se alegrará de sus hijos” El papa Francisco nos está invitando a defender la familia ante todo. Pues esta semana la Iglesia nos invita, no a esperar que mueran para empezar a apreciar sus valores, sino a decirles ahora lo mucho que significan para nosotros. Recuerde: “Más vale una flor a un amigo vivo, que una corona a un amigo muerto”. La pregunta de hoy¿Cuál es la clave de las buenas relaciones familiares? Cada miembro de la familia tiene una diferente. Si hablamos del marido, por ejemplo, su clave es el amor. La mujer necesita, ante todo, ser amada, y Dios ha responsabilizado al marido de esto: “Maridos, amen a sus mujeres” (Colosenses 4,19). La clave de la esposa es el respeto. La mayor necesidad de un hombre es una mujer que lo respete. Y Dios ha responsabilizado a la mujer de que llene esta necesidad: “La mujer debe RESPETAR a su marido” (Efesios 5,33). Y entre hermanos la clave es el perdón, porque si falta esta disposición vital, el diablo invariablemente se cuela y engendra envidias, miedos, discordias, rivalidades y enemistades, produciendo de este modo un dolorosísimo ambiente de tensión y de tristeza. A los hermanos, Dios les dice hoy: “Vístanse de tolerancia y perdónense cuando uno tenga queja contra otro; el Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo” (Colosenses 3,12-13). NOTA: Existe una joven llamada Alicia Estévez, que escribe dos veces por semana en LISTÍN DIARIO. Su columna sale en la primera página de la sección La Vida. No se la pierda. En una reciente, explica de quién es que uno debe enamorarse. ¡Excelente!

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