La alegría de seguir a Jesús

En este tercer domingo del tiempo ordinario, me llaman principalmente la atención dos puntos del evangelio, el llamado a la conversión y, como respuesta a esto, el seguimiento a Jesús... “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos”... “Vengan y síganme, y les haré pescadores de hombres”. Como había dicho el profeta, “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz”, esa gran luz que vemos todos los que acogemos el llamado, la luz que salva, que nos guía, que nos orienta y nos da fuerzas para seguir a Jesús y comenzar nuestro camino de conversión. Esto no es más que un cambio interior, es la decisión de aceptar la invitación que me hace Él a dejar las redes, esas que me atan, mi egoísmo, mis comodidades, todos mis apegos. Es comenzar a caminar junto a Jesús rumbo a otra pesca, “enseñando, predicando y sanando”, sencillamente, tocando los corazones de mis hermanos con su Palabra, predicando “a tiempo y a destiempo” y llevando aliento, consuelo y esperanza a los enfermos del alma, los tristes, los que no le conocen. Caminar junto a Jesús libera, transforma, cambia definitivamente nuestros parámetros; a su lado se hace imposible ignorar el dolor y la injusticia. La gran noticia es que en cualquier momento de nuestra vida Jesús pasa por nuestro lado y nos invita a seguirle, no sabemos cuándo ni cómo, pero podemos tener la seguridad de que nos llama a todos. Solo es cuestión de estar atentos, no vayamos a perder esta gran oportunidad de vivir la apasionante aventura de ser cristianos comprometidos. Esta maravillosa invitación la recibí hace más de 18 años en mi cursillo de cristiandad, donde tomé conciencia de la necesidad de llevarle a otros ese gran tesoro que había descubierto, la manera de ser feliz para toda la vida. Simplemente acompañando a Jesús a pescar en mi Galilea, la sociedad en la que me ha tocado vivir, en cada uno de los ambientes en que me desenvuelvo, principalmente en mi familia, como nos piden nuestros obispos en su última Carta Pastoral “Familia cristiana: vive y proclama tu fe”. Sea cual sea la razón que te llevó a leer estos párrafos, el propósito final ha sido uno solo: Cristo te está diciendo ahora “ven y sígueme, desde hoy serás pescador de hombres”... ¿te animas?