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Jesús: ‘Yo he vencido al mundo’

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Hace ya más de 2000 años, vino al mundo, desde las más altas regiones del espíritu, un Ser, que reflejaba en su rostro inocente la belleza del Universo. Y vino porque la humanidad pedía al Padre que le enviara un Salvador. Porque la maldad arropaba, asfixiándola sin tregua. Escuchando Dios el clamor, mandó a su unigénito hijo. Llevando por nombre en la tierra “Emanuel”, el Bienaventurado, nacido de Dios. Su humildad excedía todos los niveles humanos, aunque asimiló en su naturaleza, todas las complejidades anímicas y humanas, que exhibe el hombre común. ¿Por qué pidió esta condición? La respuesta es por amor. Para no ser diferente. Sufriendo en sí mismo, el nacimiento a través de la expulsión de la matriz. En su infancia, ignoraba su destino. Sin embargo, en su interior existía una presión que le suponía, que venía a cumplir una misión especial, porque a muchos se les escapaba, al decir, que presentían que era él, el Mesías esperado. Acostumbraba a retirarse en solitario, a las orillas de los lagos. Y ahí inició parte de su misión, al encontrar a una niña, que era huérfana de padres. Tenía el alma desgarrada por los abusos y maltratos de los hombres. Fue entonces, que hinchada de amargura narra a Jesús, la intención de suspender su vida esa noche. Porque no resistía más el dolor y la soledad. Con su visión interna, pudo observar su sufrimiento y, más aún, el suplicio del alma si cometiera el suicidio. Entendió que debía actuar de inmediato. Y al accionar la vibración del amor y la compasión, ángeles le acompañaron, al sentir la nostalgia e impotencia que de él emanaban; otorgándole en consecuencia, la autoridad para solucionar este caso. Hablándole con la dulzura que lo caracterizaba le dijo: “No estarás más sola. Dios ha permitido que tengas una familia. Compartiré mi techo contigo, y tendrás como padres a los míos”, y la llevó a su casa, donde se le prodigó esmerado cariño y cuidado. No obstante, por la desnutrición y el hambre que padeció, meses después murió, víctima de tuberculosis. La muerte de la niña, le causó tal tristeza, que lo volvió solitario y triste. Culpándose por demás, al permitir que la muerte se la arrancara de sus manos. Preocupados los padres, entendieron que había que buscar ayuda para él. Y fue entonces, que los Esenios, terapeutas del camino, para paliar el dolor, lo asistieron con procedimientos y técnicas. Recomendando a los padres, que Jesús, debía ingresar en templos, para su formación académica y espiritual. Y así se hizo. Fue educado con grandes maestros, de la más alta orden moral y espiritual. Y a medida que fue creciendo, crecía el conocimiento de su misión a cumplir. Y para ello, visitaba en peregrinaje a desamparados y enfermos. Y aún más, participaba con los niños, en sus juegos infantiles. En tanto, aprendía el manejo de las energías, que le permitían ensayar con la curación del cuerpo y del alma. Pues tenía el auxilio y enseñanzas de los Esenios, como también de los llamados Magos del Oriente, que no eran más que Maestros en las ciencias de astrología, astrofísica y teología, que completaron su formación, permitiéndole el conocimiento exigido para realizar y cumplir su misión redentora.

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