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REFLEXIÓN

El bautismo: compromiso de amor

En el Evangelio de Lucas (3, 15-16), se nos relata el Bautismo de Jesús. Primero Juan no quería bautizarlo, porque entendía que Jesús, era que debía bautizarlo a él. Jesús lo convenció, diciéndole que así cumplirían la voluntad de Dios. Al salir del agua, el cielo se abrió y el Espíritu Santo en forma de paloma, se posó sobre Jesús; se oyó una voz que decía: “Este es mi hijo amado, mi predilecto”. Juan no conocía personalmente a Jesús; sin embargo lo reconoció como justo, sin pecado en Él, y que amaba a Dios; por eso lo bautizó, complaciendo a Jesús, para “cumplir toda justicia”. En ese momento, Jesús asume los pecados de todos los hombres, y esta libre decisión le costará sangre y dolor, hasta el punto de dar la vida por todos nosotros. La voz del Padre lo proclama como Hijo Amado, y a través de Él, demuestra su amor a todos. Al bautizarse, Jesús recibe el Espíritu Santo, que lo unge como el Mesías, el Cristo, iniciando así su vida pública, para cumplir su misión... Jesús vivió haciendo el bien... Como bautizado, yo también he sido ungido con el Espíritu Santo, que me guía, me protege y me fortalece, para yo también vivir haciendo el bien, siendo reflejo de Cristo dondequiera que voy, llevando amor a mi familia, mis amigos, mis vecinos y todo el que merodea. Esta forma de vida, tratando de imitar a Cristo, me ha proporcionado la verdadera y única felicidad. Cuando participé en el Cursillo de Cristiandad, tomé conciencia de que por ser bautizado, compartía con Cristo su condición de Sacerdote, Profeta y Rey, por lo que de inmediato empecé a poner en práctica todo lo que había recibido al vivir esa maravillosa experiencia del cursillo. Decidí aceptar a Cristo como el centro de mi vida, y dejarme guiar por el Espíritu Santo, para cumplir mi misión de evangelizar con ejemplo de vida y de palabra. Todos los bautizados, debemos vivir unidos en Cristo por los lazos del respeto, la comprensión y el amor, trabajando siempre por instaurar el Reino de Dios... En este nuevo año, hagamos el propósito de acercarnos más a Dios, seamos portadores de ayuda y generadores de cambio, y al igual que Cristo, vivamos haciendo el bien y llevando la Bendición de Dios a todos nuestros hermanos.

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