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REFLEXIÓN

Esperar la vida

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Teresa Valentí Batlle M.C.J.Santo Domingo

El profeta Isaías nos transmite la renovación de la Alianza con Dios (v.14): “La joven núbil está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros”. María, la joven humilde y pequeña, llena de dudas, creyó y aceptó el plan de Dios: la Encarnación. Aventura increíble para los que no tienen fe. Misteriosa y bella para los creyentes. Se nos regaló la divinidad hecha humanidad y bondad. En un rincón humilde, Nazareth, se encierra el gozo de quien espera la vida. José está turbado, descolocado. Él es un hombre justo, observante de la ley judía. Rumiaba en su interior, intentaba entender, hasta que en sueños se le aparece un ángel y le desvela el misterio: “No tengas miedo ni reparo en llevarte a tu mujer...”. El ángel le va explicando lo ocurrido y José acepta, no va a repudiar a María; su confianza en Dios no le hace dudar del sueño. Dios se le comunicó a través del ángel. El Espíritu Santo señaló el camino, como la estrella a los magos de Oriente. Nosotros también somos guiados por estrellas cuando estamos despiertos; cuando abrimos los ojos del corazón, buscamos y encontramos lo invisible, aquello que Dios susurra con su hálito humano y divino. Él nos guía por caminos nuevos que alientan nuestra vida; Jesús nos alienta para que podamos alentar. María está expectante, orante y silenciosa. El parto se acerca, su corazón está abierto a la esperanza; en sus entrañas escucha el latido de Dios hecho criatura. José descubre que el misterio no es algo sino Alguien. El “misterio” es Dios, esto es lo que celebramos desde hace más de 2,000 Años. Ese misterio se ha convertido en el rostro humano de Jesús. José, desde su profunda interioridad vislumbra al que está por venir. Emmanuel, el Dios-con-nosotros, abraza para siempre al hombre. Misteriosa unión la de Dios con la humanidad. María anticipa la realidad futura, fecundada por el Espíritu Santo es madre de hijos innumerables. “Nosotros necesitamos de su mirada tierna, su mirada de madre ésa que nos destapa el alma. Su mirada que está llena de compasión y cuidado. Por eso le decimos: Madre, regálanos tu mirada” (Francisco, obispo de Roma). Cada Navidad es una oportunidad para cuestionarnos nuestros valores de amor, alegría, justicia y bondad y, a la vez, ofrecer a nuestro alrededor, especialmente a los más desfavorecidos, los regalos recibidos de Dios. “Nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.

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