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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

La mentira “jiede”

No es difícil, ni es necesario ser detective, para detectar cuándo una persona está hablando mentira. Tal vez se haga complicado descubrir cuál es la verdad del asunto, pero no darse cuenta si se está diciendo verdad o mentira. Porque la mentira “jiede” y el “bajo” difícilmente deja de sentirse.

No puede ser de otra forma, porque la mentira es algo tan bochornoso, humillante, indigno, vulgar y contrario a la mínima sensibilidad ética, que causa una desagradable sensación, parecida a la de un fétido olor.

Tal vez no queramos creerlo, pero mientras más grande es la mentira, mayor es el desagradable olor que produce. No es verdad que haya “mentiras piadosas”, todas “jieden”, unas más que otras.

El pueblo expresa ese desagradable olor de la mentira a través de un gesto casi histriónico muy común: “HUMMMM.” Y mientras más grande es la mentira, más sonoro y prolongado se hace el “HUMMMM.” Difícil que pase desapercibida la incómoda sensación del que escucha la mentira y el primero que lo sabe, es el mismo que tergiversa la realidad.

Lo peor del caso es que el embustero o “jablador” pierde la credibilidad, hasta el punto de que basta que se descubra a alguien diciendo sólo una mentira, para que, quien la ha escuchado, se predisponga a acoger con carácter sospechoso lo que diga esa persona. Generalmente en sus adentros se preguntará siempre: “¿Me estará diciendo la verdad o es mentira lo que me dice?”

El mundo contemporáneo está lleno de fétidos olores y se perciben por doquier. Hay un repugnante mal olor que infecta la diplomacia, la política, el comercio, el ejercicio de la justicia, las relaciones matrimoniales y familiares; en fin, parece que todo esté implantado sobre la mentira.

Lamentablemente, así como nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de basura por todas partes hasta hacernos insensibles a la suciedad, de la misma manera nos hemos habituado al nauseabundo olor de la mentira, conviviendo con ella con la mayor tranquilidad y agrado, como si fuera el mejor de los perfumes.

Lo malo es que en los supermercados, malls, boutiques, salones de belleza, y negocios de limpieza y embellecimiento del ambiente, no se venden artículos para alejar y hacer desaparecer el hedor de la mentira. La mentira “jiede” y ningún ambientador puede hacer desaparecer esa pestilencia, ya que como dice el refrán: “La fiebre no está en la sábana.”

Sólo desde dentro del ser humano, desde el corazón, desde las más profundas convicciones y principios, es posible desechar la mentira y hacer que la fragancia de la verdad nos haga libres.

La familia y la escuela tienen la tarea de enseñar a gustar el agradable olor de la verdad.

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