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Mi VERDAD

Terrorismo es terrorismo

Barcelona y Charlottesville tuvieron algo en común durante estos últimos días: horror, llanto y terrorismo. Aunque muchos expertos no quieran usar este último calificativo de la misma manera.

¿Qué diferencia a James Fields, el supremacista blanco que embistió a una multitud en Estados Unidos del conductor que atropelló a otro conglomerado de personas en España? ¿Acaso el miembro del grupo racista no quería también causar terror? ¿No hubo motivos políticos, raciales y hasta religiosos en ambos casos? Entonces, por qué no se cataloga como terrorista el acto perpetrado en la localidad de Virginia.

Aquel acto abominable es político porque estos fanáticos levantan una bandera, la confederada. Es religioso porque son fundamentalistas del cristianismo, tal como el Estado Islámico es extremista con el Islam. Y es racial por razones obvias: creen que el color blanco está por encima de todas las razas.

En conclusión, no llamarlo terrorismo es puro eufemismo. Parecería que, para muchos, esta novedad de atacar con cuchillos, arrollar a las multitudes y disparar al azar contra personas inocentes, pertenece exclusivamente a los terroristas del Medio Oriente, y que, aparentemente, este tipo de crímenes solo ocurren por casualidad en la primera potencia del mundo.

El presidente Donald Trump condenó de manera ligera el “crimen de odio” perpetrado por el supremacista. Sí, “crimen de odio”, así es que se suele llamar a este tipo de actos cuando ocurren en la tierra de los estadounidenses, y solo cuando es perpetrado por uno de ellos.

Hay que reconocer que la retórica de Trump provocó este resurgir del Ku Klux Klan y los Cabezas Rapadas que ahora están trillando su gestión, además de las crisis internas en su gobierno que se agravan cada vez más. Lamentablemente, el populismo utilizado para ganar las elecciones contra Hillary Clinton “y todo el mundo”, está comenzando a pasarle verdadera factura a su mandato.

Estos movimientos racistas representan un retroceso a la década de los 60’, aquella época en que un Martin Luther King soñaba con ver a todos compartir y amarse, sin importar la raza. Es lamentable, pero la cruda realidad no ha podido concederle su sueño; ni años después de su muerte ni con dos gobiernos de un presidente negro en Estados Unidos, y ahora con Trump es menos posible ver cumplida su quimera.

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